De la cava a la mesa

Simó de Palau es una bodega productora de cavas de la Conca de Barberá, que tiene un magnífico restaurante de cocina típica local. El entorno es muy agradable, entre sus viñas, y la estructura y decoración del local es muy acogedora, junto a la tienda y las cavas, amplia y elegante, sin perder rusticidad.

El servicio es muy profesional e inteligente, muy amable y atento, que conoce perfectamente el producto y los vinos locales y los ofrece con gusto y personalidad, sin perder la oportunidad de ilustrar al cliente como merece la gastronomía.

La carta gastronómica es suculenta, todos los platos son muy apetitosos, variados en todas las gamas, pero sin perder las raíces tradicionales de La Conca. Ofrecen un menú increíble a solamente 14 EUR. La carta de los vinos es muy corta, y solamente recoge los vinos propios de la bodega y algunos vinos locales. Sin embargo, la oferta es maravillosa, dada la calidad y exclusividad de sus referencias. (Apunto: no hay Riojas, pero ¿a quién se le ocurriría pedir un Rioja en sitio como ese?).

Pedimos a la carta, el menú se nos quedaba pequeño, aunque era excepcional. Obsequio de la casa para empezar: una tosta de ventresca de atún con tomate y una copa de su brut nature, excelente. Pedimos al centro unos canelons casolans, hechos como se han hecho toda la vida, pero con el punto auténtico de la región, sabrosos, supieron a poco. También al centro unos caragols a la llauna, que mi mujer, a quien no le gustan, me robó la mitad. Y de plato principal rape sobre un arroz meloso, no recuerdo cómo llamaban al plato, cocinado por separado (por un lado el arroz y los medallones de rape encima), exquisito y suculento, lo uno y lo otro, cada bocado era inolvidable. En Valencia he probado arroces de primera y éste estaba a la altura.

Lo acompañamos todo con un Milmanda. Es un vino de sobra conocido por todos, y en aquél entorno, a dos kilómetros de las viñas de Milmanda, me supo como un Chablis Grand Cru. Cada sorbo del Milmanda era nuevo, y con cada cucharada del rape daban ganas de llorar.

Postres caseros, muy buenos, ya no recuerdo qué tomamos, sigo teniendo el recuerdo del Milmanda todavía en la boca. Los acompañamos con un dulce de Merlot de Rendé Masdeu, una bodega local muy recomendable.

Al final nos llevamos una caja de su cava brut nature y otra de su gran reserva, y nos obsequiaron con una botella del trepat rosat, que aseguran es de los mejores.

No voy a poner el precio, porque la experiencia vivida no lo tiene.

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