Bastante alejado de Pinedo pueblo, a la vera de la antigua nacional, frente a la depuradora, encontramos este restaurante, en una callecilla rural con escasas edificaciones de una altura, muy modestas.

Sin embargo por dentro está muy arregladito. La zona de bar y el comedor de menús son alegres, con suelo de baldosas coloridas y con alguna pared en un verde lima muy animado que contrasta con elementos rústicos originales. El comedor “de carta” es más íntimo, con enfoscados y estucados curiosos, como a brochazos estudiadamente desordenados, de colores marineros.

Discreto equipamiento.

Cocina valenciana, valenciana de la zona costera. En su carta abundan las referencias típicas: arroces, titaina, croquetas de bacalao, esgarraet…

En nuestro caso se trataba de una despedida de un compañero, éramos 15, y se concertó un menú previamente. Consistió en:

• Chipirones con virutas de alcachofa. Los chipis deliciosos, debajo, como de cama, y las alcachofas fritas, más en forma de lascas que de virutas, encima, cubriéndolos. Muy conseguido.
• Clóchinas del terreno. Al vapor. Sin más. Buen género.
• Paella valenciana a leña. Cumpliendo todos los mandamientos. Un notable alto para ella.
• Centro de frutas y tartas. Un par de tartas (queso y café) y frutas peladas y troceadas varias.

La carta de vinos es justita. Algunos tomaron sangría. Los que tomamos vino, sin ningún mimo y en copas vulgarzotas, disfrutamos de una bodega conquense, Charcón. El blanco un sauvignon blanc fresquito, afrutado y ligero, y el tinto un syrah golosón.

Servicio muy “casero” como la cocina y el lugar. Llanote y cercano, te hacen sentir a gusto.

Un lugar encantador para comidas de grupo, celebraciones… De hecho parece ser que es lo que más trabajan. Claro, con el inconveniente de tener que coger el coche…