Me habían hablado de este restaurante, como algo “distinto” en la oferta de nuestra capital y cuando había preguntado a varios “entendidos y/o visitadores de restaurantes” nunca me habían respondido nada negativo y ninguno me cantó grandes excelencias.

Esta ubicado en la calle Casimiro Sainz, pero para los que no “sabéis de calles de Santander” os digo que está en la zona de Puertochico, rodeado de varias ofertas de otros restaurantes.

Esta en un primer piso, con acceso directo desde la calle, lo cual en otras ciudades es relativamente frecuente, pero en esta no tanto y tengo la sensación que estos locales dan cierto reparo a la gente que no conoce el sitio, al no poder vislumbra ningún detalle del local.

Tras subir unas relativamente estrechas escaleras, somos bien recibidos tres comensales y acomodados en una amplia mesa, vestida con esos manteles de material parecido a una tela pero siendo de un papel especial, con unas servilletas de tela, copas normalitas, vajilla también normalita para los primeros platos y bastante mejores para los segundos. Techos altos y buena luz natural.

A la entrada hay un expositor con la oferta de pescados del día, donde ya te puedes hacer una idea de lo que hay fuera de carta.

Nos toman la comanda tras leer la carta y escuchar la oferta del día y como hay bocartes que este año son de la zona y están saliendo “muy buenos” no dudamos y comenzamos con generoso plato al centro:

Bocartes abiertos a la plancha, sobre una base de tomate y una vinagreta con pimienta fresca y guindillas verdes muy troceadas: resultaron por una parte los bocartes muy bien tratados, llegando a la mesa con un buen punto de temperatura (este año en varios lugares me han llegado los bocartes más bien fríos) y con la combinación de encima, sobre todo la guindilla y la pimenta, muy adecuado a la base y el contenido principal: excelentes.

Seguimos con unos maganos encebollados, en concreto 6, también al centro: los maganos quizás algo grandes para resultar de los finos, pero con un buen punto y el acompañante no solo era cebolla, sino también pimientos verdes y rojos, con un muy buen tratamiento en la cocina, aparte de una buena calidad, de estos.

De plato principal: parrillada de pescado. Que contenía, rape (muy bueno), rodaballo y merluza (ambas sin llamar la atención), acompañados de rabas (buenas) y langostinos, unos cocidos (que eran del montón) y otros pelados y como empanados que estaban bien.

De postres:

Tarta de queso (mi debilidad cuando la cocina no me incita a otra cosa) excelente, casera y muy casera, pudiendo apreciar tres tipos de sensaciones a quesos, uno fresco, otro curado e incluso uno azul. Si os gusta la tarta de queso y no queréis quesos suaves solo, pedirla, pero quizás otro día no esté idéntico, teniendo en cuenta que al ser tan artesana, supongo que variara de día a día.

Natillas con compota de pera: suavecita y fresca, nada artificial.

Y helado: bien

En cuanto al los vinos, la carta carta muy de siempre, con precios no muy altos y un servicio discreto, tamaños un vino de Rueda que tenían con verdejo y viura(el único que tenían), tan normalito que ni siquiera me quede con el nombre, creo que estaba a 13 euros. A mis dos compañeros el vino no les hace gran ilusión.

Servicio “ de toda la vida” de la casa.

Al final al conclusión, buen trato del producto con cocina de siempre o de mercado, con un entorno sin pretensiones, pero “gustoso”.

A destacar los bocartes y la tarta de queso, que si os gustan sobre todo ahora que estamos en la temporada de los bocartes(ya está en su fase final) solo esos dos platos merecen una visita.

No sé a cuanto ascendió la cuenta.