Situado en el pueblo de La Nucía. Construcción y diseño moderno (exterior e interior), todo en cristal y color blanco, incluido el mobiliario y la mantelería. Está ubicado en una linde de un barranco, es posible contemplar el bonito pueblo de Polop, gracias a sus grandes cristaleras que van del suelo al techo. Las mesas están separadas por unas columnas blancas de material plástico iluminables, por lo que la mayoría de las mesas gozan de intimidad suficiente, no obstante a la entrada, a mano derecha, se sitúa una mesa de mayor capacidad a modo de reservado.
Contrasta el diseño vanguardista, con la cocina de base tradicional y de mercado que ofrecen. La carta no es muy amplia, pero si suficiente, se clasifica en entrantes, ensaladas, pastas, arroces, pescados, carnes y postres, todos ellos de elaboración casera (según nos aseguraron) y a buen precio (la mayoría a 3.50 €). El servicio es atento, dispuesto y profesional.
La carta de vinos es corta (apenas unas cuarenta referencias), clasificada por tipos, no obstante podemos encontrar alguna opción interesante. El sobrecargo en el precio del vino es moderado. El servicio se circunscribe a la prueba y al relleno ocasional, pero se sirve a temperatura correcta y con la pertinente cubitera para su mantenimiento. La cristalería es adecuada en tamaño y grosor, sin ser especialmente buena.
Nuestra experiencia fue para comer al mediodía del sábado y estábamos solos. Nos ofrecieron un aperitivo de bienvenida, consistente en una tartaleta de ensaladilla de aguacate. Pedimos unos entrantes para compartir; surtido variado de croquetas caseras y crujientes también variados: de mejillón, gamba y morcilla. Tras los entrantes degustamos un arroz de señoret, con buen fondo, bien sabroso y cargado de trozos, al que tan sólo le podemos objetar que estaba un pelín duro (aunque a mi personalmente, me encanta ese punto del arroz). En el postre, la mayoría nos decantamos por un orginal helado de higo.
Para beber, tras las cervezas iniciales, pedimos inicialmente un correcto blanco de la D.O. Rueda: Saurius 2011 y seguidamente un albariño, Gran Bazan ambar del 2010. Tras los postres, cafés de buena factura. Todo ello por 147.30 euros para los seis comensales, que éramos, por lo que la RCP, es muy buena.
Merece la pena visitar este establecimiento, tanto por el entorno, como por la cocina, intentaré visitarlo de nuevo para cenar y ver qué tal.