Hace unos días tuve el placer de disfrutar de una cena en este...¿restaurante? No, no es un restaurante. No encuentro la palabra adecuada para definirlo, y pido disculpas por ello.
Porque cuando se encara el Bar Yagüe, se podría definir como un bar, un bar de los de barra y botellín, de los de pantalla de fútbol los sábados por la tarde, de los de la plaza del pueblo, de los de toda la vida. Tres paredes y una cristalera que es la que da a la calle. A la vista, poco más.
Llegamos mi mujer y yo a las 21:30 y pedimos en la barra dos vinos blancos con un par de empanadillas caseras. Pasados unos minutos se nos indicó que atravesáramos "la puerta del fondo de la derecha", esa que está al lado de la puerta de la cocina donde tan solo, a simple vista, se ve a una mujer con su mandil al frente, a simple vista, de unos simples fogones. Sin embargo, después de la experiencia, uno sabe que todo es mentira: en la cocina no hay una mujer con su mandil sino un elenco de grandes cocineros, respaldado por otro de experimentados agricultores. Y "la puerta del fondo de la derecha" no es una puerta sino que es un espejo similar a ese que atraviesa Alicia cuando accede al País de las Maravillas.
Porque cuando se atraviesa esa puerta, empieza el espectáculo. Empieza la magia sin cartas, sin trucos. Es tan de verdad, que parece mentira.
Todo para compartir:
- 6 espárragos de los que no había comido nunca. Mantequilla. Simples, al vapor y con un chorrito de aceite. Materia prima al cuadrado.
- Revuelto de trigueros. Huevos de los de verdad y trigueros de los de verdad. Materia prima al cubo.
- 6 croquetas de las que te podrías comer 500 y no te sacian.
- Y el escabeche de carrillera, uno de los clásicos de la casa.
- De postre, leche de oveja con confituras de tomate, manzana golden y manzana royal.
- El vino, una mencía del 2007.
Precio total: 42€. Teniendo en cuenta que el vino costaba 20€, pagar 11€ por persona a cambio de una noche "que no se olvida" te hace dudar de si todo fue verdad o fue un sueño.
Espero volver.
Gracias.