Como ya en opiniones anteriores se ha reseñado gran parte de la filosofía detrás del restaurante y su cocinero, simplemente añadiré al respecto que su dotación en lo que se refiere al vino es muy escueta intencionadamente. Según leí en alguna entrevista, considera innecesario disponer de una carta con muchas referencias, por lo que se centra en un reducido número de vinos, fundamentalmente espumosos y blancos, que casan bien con su propuesta gastronómica. Como era el único bebedor de la mesa me limité a la propuesta por copas, de la que reseñaré que algunos me los sirvieron con Coravin, lo cual me sorprendió un poco dado el precio de los mismos (mi madre diría que salía más caro el collar que el galgo). Los precios los podéis ver en una de las fotos, a mí personalmente me parecen altos teniendo en cuenta la escasez de la propuesta.
En cuanto a la comida en sí, de los tres menús que ofrecen (tradicional, Diego Fernández y hedonista) nos quedamos con el intermedio (58€/persona), en el que es el propio chef quien decide el contenido, que finalmente fue:
Completamos la comida con unos buenos cafés en una de las mesas del soportal que da al patio, un lugar muy agradable a pesar del día gris que nos tocó.
El servicio fue en todo momento atento e informativo y el ritmo adecuado, sin atosigar pero sin grandes pausas.
Berenjena
Ravioli
Buñuelos
Roti con suquet
Croquetas
Carta de vinos
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