Menú muy veraniego

Teníamos previsto realizar una ruta por el cauce del barranco de la Maimona. Aquello que resultaba imprevisible era la hora en que acabaríamos dadas las dificultades que entraña el barranquismo y el escaso conocimiento que teníamos de la ruta. No reservamos nada para comer, pues. Pero resultó que acabamos bastante temprano (¡Somos unos hachas, jajaja!) y tuvimos que improvisar. Un par de llamadas y negativa por respuesta en ambas. Todo completo. Una de las integrantes del grupo comenta lo del Serrón, llamamos y ahora sí hay suerte. Dirigimos los coches hacia allí.

El restaurante se sitúa prácticamente en la plaza mayor y ningún elemento llama poderosamente la atención en su decoración. Típico salón en los locales del interior con mobiliario de madera, pavimentación rústica… En invierno resultará muy acogedor porqué por aquí ya se nota mucho el conocido frío turolense. Cabe destacar que el equipo que lo regenta tomó las riendas en Semana Santa con lo cual las valoraciones que me preceden ya no son realmente útiles para los potenciales usuarios. Gente joven, tanto en cocina como en sala, atenta y con ganas de agradar. Ojalá les vaya bien.

Tomamos el menú del día con entrante, principal y postre por 15 €. También incluye agua o vino de la casa. Con una sola mirada nos entendemos uno de los que me acompañan y yo. Decidimos pedirnos cada uno un plato diferente con lo que las degustaciones que disfrutamos alcanzan el número de seis:

- Carpaccio de ternera: Se acompaña con un poco de ensalada. Correcto.

- Ensalada de pasta fresca: Realmente se trata de un plato de pasta servida a temperatura ambiente. Correctos los tagliatelle caseros con harina integral, rico el pesto con el que van adobados y acertado el contrapunto fresco de los tomatitos y la cebolleta morada.

- Tartar de salmón: Ración abundante (se sirve como principal). El corte del pescado como a mi me gusta, a daditos, que se noten. Quizás sometido un pelín en exceso a la maceración, no por sabor (que resulta armonioso yelegante), pero sí por presencia y textura.

- Falafel: Pan ácimo (similar al pan de pita) con unos croquetones de garbanzos significativamente especiados pero con gracia y la salsa tzatziki que facilita su ingesta. Bocado rico, poco habitiual.

- Trufas caseras: Densas, potentes… para los muy chocolateros.

- Torrija con horchata: Presentación súper casera, algo ruda, si se me permite la expresión. Evocar las torrijas de la infancia produce emoción, es cierto, cosa que, objetivamente, no se consigue con los sabores del plato. Correcta, sin más.

Tomamos cervezas, refrescos y una jarra de “tinto de verano” que incluía el menú correctamente preparada. No ojeé la carta de vinos. La de comidas muestra propuestas interesantes, algunas de corte bastante más tradicional que los platos que probamos y con proliferación de platos en los que se usa la trufa (en temporada). Sería bonito volver para entonces, sin los rigores veraniegos y dispuestos a gastar un pelín más en la cuenta final. A seguir.

  1. #1

    JoseRuiz

    Felafel es un clásico del Magreb, a mi que soy un forofo de los garbanzos me encantan.

  2. #2

    Antoni_Alicante

    en respuesta a JoseRuiz
    Ver mensaje de JoseRuiz

    Fíjate que no lo había oído nunca. Me encantó.

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