Después de un día de oposiciones y tras encontrar cerrados todos los bares que buscábamos, terminamos por casualidad en La Taperia.
El local estaba lleno y nos sentaron en la única mesa libre: al lado de la cocina. Además, mi silla no estaba en perfectas condiciones. Pero, a parte de eso, el local era muy bonito. Está completamente decorado con fotos de Tortosa en los siglos XIX y XX, además de que la carta forma parte de la decoración.
La carta cambia diariamente, en función de lo que haya el mercado. Pero aún así es bastante variada. Básicamente es un bar de tapas. Pero tapas tradicionales hay más bien pocas. El camarero no tuvo ningún problema en explicarnos los ingredientes que se escondían tras algunos nombres pecliares. Absolutamente todo estaba buenísimo. Sin duda, un lugar para regresar.
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