Hacía años que había oído hablar del buen hacer de este restaurante, pero siempre, por una razón o por otra, se había ido quedando en la recámara. El deseo de ir a comer a un sitio nuevo y la llamada de asesoramiento realizada a un buen amigo hizo que al final nos decidiéramos a ir a comer a este local. Así, tras haber pasado la mañana paseando por las orillas del embalse de Ullibarri, cogimos el coche para dirigirnos al otro gran embalse del territorio, el de Urrunaga, en el que se ubica el restaurante en cuestión. El día era tan bueno, que no nos hubiera importando llevarnos unos taperguare con la tortilla y los filetes empanados y comer a la sombra de un árbol. Pero bueno, tiempo habrá de eso.
El local, que se ubica en un caserío, es muy agradable, con mezcla de madera y piedra en la decoración, y con un amplio ventanal que permite que la estancia se llene de luz natural. La separación de mesas es adecuada, la vajilla un tanto clásica, el coperío algo justito para ser un local de cierto nivel y la mantelería quizás con demasiados lavados a sus espaldas. Ofician una cocina de estilo tradicional y de temporada, destacando además por su maestría en la parrilla. Pedimos de entrantes para compartir lo siguiente:
- Croquetas variadas (10€): pensadas para mis hijas, probé sin embargo alguna y estaban muy buenas. Unas eran de hongos y otras de jamón.
- Anchoas en salazón con vinagreta de tomate (14€): las anchoas estaban buenas, pero el tomate era bastante insulso.
- Almejas a la plancha (16€): servidas con un refrito de aceite y ajos, nos gustaron a todos.
De segundos nos sacaron los siguiente:
- Entrecot a la parrilla (18€): lo pedimos para mis hijas (media ración cada una), pero comí un trozo y estaba muy tierno y con un excelente sabor. La ración incluía un buen montón de patatas fritas y una salsa de queso azul.
- Bacalao a la brasa (17€): se trataba de un impresionante lomo de bacalao desalado, grueso como no lo había visto nunca y con las láminas fácilmente separables. Se acompañaba de unos sencillos y deliciosos pimientos verdes fritos. La ración era para mi mujer, pero metí el tenedor y puedo asegurar que merecía la pena.
- Callos, patitas y morro de ternera guisados (11€): preparados a la manera tradicional, con su salsita gelatinosa y el punto exacto de guindilla, hacía tiempo que no probaba un guiso tan rico. Si no hubiera sido porque algunos de los trocitos de morro estaban algo al dente, diría que el plato era de 10.
Como postres compartimos lo siguiente:
- Tarta de queso (6€): sin apenas sabor, parecía más nata que queso. 500 calorías extras no disfrutadas.
- Tarta caliente de manzana: rica tarta de hojaldre estropeada por el azucar glass y el cacao con el que aparecía espolvoreada.
La carta de vinos es de mediana amplitud, con un apartado de blancos muy reducido. Las mayoría de las referencias pertenecen al grupo de vinos de amplia demanda. Las copas son algo justas, el vino se presenta adecuadamente y a buena temperatura y los precios son moderados. Tomamos un Luis Cañas Reserva de la Familia 2005 (25€), que estubo a la altura de la comida. Terminamos la comida con unos cafés solos simplemente decentes.
La experiencia, en resumen, ha sido bastante buena, pero para otra vez nos saltamos los postres. Cuando hablé por la noche con el amigo que nos recomendó este restaurante me comento que para la próxima pida de postre un goxua.
No tengo yo mal recuerdo de la famosa marisquería de Urrunaga, aunque hace ya muchos años que no voy (más de 10 seguro). Este otro local está muy bien, pero su cocina va en otra línea. El pescado y las carnes a la parrilla los deben bordar. El bacacalo estaba soberbio, jugoso por dentro y con la piel churruscadita por fuera, vamos, como para contenerse con el tenedor.
Aquello es lo que es. tú entras, tienes un mostrador tipo pescadería donde puedes elegir lo que quieras al peso. Luego tú te montas tu mesa, tipo cervecera y te dan un número y cuando van preparando lo que has elegido te avisan. El vino lo coges del mostrador del bar que tienen allí mismo. Yo lo que voy allí es a darme algún gustazo que otro, como por ejemplo comerme unos cuantos "carabineros" que me encantan, incluso algún buen pescado. Pero ya te digo que no esperes lujos de ningún tipo. Para cena romántica como que no.
Desde luego que sí, ese bacalao estaba soberbio. Cuando se junta la calidad en la materia prima con una buena técnica en la elaboración, esto es lo que nos espera. De todas formas es que el bacalao desalado se presta a todo tipo de elaboraciones. Es un pescado agradecido donde los haya.
En el País Vasco el bacalao es un pescado con mucha tradición en la cocina. El mejor es sin duda el desecado, muy superior al fresco. Las recetas más afamadas se elaboran con bacalao sometidos a este tratamiento, como el bacalao al Pil-pil, a la Vizcaína, al Club Ranero o al Ajoarriero, lógicamente tras haberlo desalado en agua. Sin embargo, hay una empresa que comercializa este producto ya desalado (Giraldo), que además es de grandísima calidad. Casualmente la empresa se ubica en un polígono industrial muy proximo a donde se ubica el restaurante.
O sea, que vienes este fin de semana o el que viene. Ya me gustaría acompañarte, pero me parece que hasta el primer fin de semana de mayo no voy a poder pisar restaurante alguno y ese será para invitar a mi suegra a comer (es el día de la madre).
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