Con motivo de las fiestas navideñas pasé de camino por Navalmoral y decidimos buscar un sitio para comer. Preguntamos a varios habitantes del dicho pueblo y todos nos indicaron que si queriamos comer con calidad fueramos a Los Arcos de Baram.
El trato que recibidos en el citado restaurante fue muy correcto y optamos por pedir varios platos para compartir un surtido de ibéricos, cabrito, solomillo ibérico y bacalao al cava, todo ello muy bueno y abundante, aún así nos decidimos a probar la tarta de queso casera y terminamos bastante satisfechos y llenos.
Tomamos un vino de la tierra que nos recomendaron en el restaurante bastante aceptable.
Además nos comentaron que tenían otro local hacia las afueras del pueblo para no tener que entrar al centro.
Muy recomendable porque ya es muy complicado encontrar sitios con esta calidad y a este precio, seguro que volveremos!

Decidí el restaurante ya que me pilló de camino, y aparecía en la guía Repsol, para ir d epaso, queda un poco a desmano, pues está en el centro del pueblo, y es de acceso incómodo, si bien tienes otras instalaciones a pie de carretera (N-V). El local primigenio se ha quedado bastante trasnochado, aunque para degustar un menú puede ser suficiente. El servicio es correcto, y el que supongo era el dueño, da un trato cordial, y muy, pero que muy cercano, ganas de agradar no le faltan, habrá quien se puede sentir incómodo, no es mi caso, que al pasar unas cuantas horas sin más conversación que la telefónica, siempre se agradece alguna que otra atención personal.

La carta no es barata, así que opté por el menú regional por 23,50€ con vino e IVA incluídos. Y no sé por qué, como siempre que he parado en tierras extremeñas, acabé pidiendo migas y caldereta de cordero, las primeras regularcillas, un poco apelmazadas, aunque generosísimas en ración y matanza, y de segundo caldereta de cordero, que aunque correcta, creo que no estaba hecha a base de paletilla, tal y como me la habían "vendido", o por lo menos a mí no me tocó dicha parte, igualmente de cantidad iba sobrada. Al postre no llegué, y al carajillo de baileys me invitaron.

El menú llevaba incluído un vino de la tierra extremeño, roble, bastante correcto, servido a correcta temperatura y en copas suficientemente correctas.

Resumiendo, si bien la experiencia no fue del todo redonda, sino más bien justita, y nada atactiva para probar la carta, no descartaría repetir en las instalaciones de la N-V, eso sí, con otros platos.

Debería subirle la nota del entorno, sólo por haber compartido sala con el mitiquérrimo Javier Cansado. XDDD