Au port de la lune

En ocasiones viajar a otros paisajes culinarios auténticos y palpables es mas fácil y barato de lo que cabría imaginar. No es necesario hacer las maletas, ni coger tren o avión. Au port de la Lune es un buen ejemplo. Este bistrot nos recuerda al título de aquel disco de Jamiroquai llamado Travellin without moving: la experiencia de puertas adentro es ciertamente un viaje sin moverse, un voyage sensorial al corazón de Francia para disfrutar de los sabores bordelaises, pero sin dar un paso mas allá de la misma Boquería.

Licencias melómanas aparte, lo cierto es que este restaurante es el más genuinamente francés de la ciudad, tanto por cocina como por ambiente, y por ello inevitable refugio para gabachos nostálgicos y enamorados de la cocina gala. Fuimos una noche de invierno y resultó perfecto para aquella cena íntima. Volvemos para disfrutar de una festiva comida entre amigos y de nuevo consigue enamorar. Su encanto canalla te atrapa al anochecer, pero durante el día y más aun en sábado de mercado, es un gusto conversar envueltos por el bullicio que se filtra desde el exterior o disfrutar desde sus balconcillos del verdulero alboroto en la plaza Sant Galdric. Imposible pues no sucumbir a esa embriagadora sensación de dislocación, como si desde un bistrot del puerto de Burdeos (el puerto de esta ciudad se conoce como el Puerto de la Luna por su perfil de croissant) oteásemos el trajín del mercado barcelonés a tan solo unos metros.

Bajo la vidriosa mirada de un Serge Gainsbourg gigante presidiendo la entrada se pasean tablas de fromages, baguettes, confits y carnes saignants (imposible que las sirvan demasiado hechas). Y es que el criterio de la casa prevalece sobre las demandas del cliente, como bien atestigua esa ya legendaria pizarra que reza “No hay ketchup, no hay Coca Cola, no hay Coca Cola light y no habrá”. Toda una declaración de intenciones que nos recuerda que aquí las cosas se hacen a su manera y con carácter. Un carácter muy francés, claro está. La espera para ser atendidos precisa armarse de paciencia infinita, y es mejor no rechistar.

En aquella primera incursión nos explayamos con su carta, pero hoy es día de menú, de modo que nos atenemos a su oferta de ensaladas y a una reducida propuesta de segundos platos, carnívora cien por cien. Las ensaladas, sencillas pero magistralmente aliñadas, las sirven con varios surtidos: huevo poché, rillete de oca, gratons de Lormont o un excelente queso de cabra (ni rastro del rulo Président). Su Hamburguesa viene sin el típico pan pero acompañada de un puré de patata artesanal soberbio, al igual que la Bavette aux échalotes, cumbre de su cocina con permiso del Confit de Canard y el Cassoulet.

Aunque damos fe de que la elaboración de dulces la dominan con soltura, hoy acabamos la comida con una clásica tabla de quesos franceses. Brie, Crotins de chèvre y Comté cierran este periplo gustativo y emocional por Francia sin movernos de Barcelona. Y es que es probable que si fuésemos nosotros mismos para allá encontraríamos mil y un sitios como éste o mejores. Pero lo que hace grande e insólito a Au port de la Lune es que el bistrot genuino es quien vino a nosotros, para convertir así un rincón de Barcelona en un trocito de Burdeos y servir con mimo y convicción aquellos platos que tantas veces añorábamos y a los que teníamos que acudir.

http://gourmetsterribles.com/post/11989158786/au-port-de-la-lune

  1. #1

    Pelos

    Me lo apunto!
    Gracias

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