Restaurante cervercería típica de Praga (como tantos otros) muy parecido a un mesón pero en plan moderno. Este restaurante está situado en la calle Dlouha 33 cerca del puente de San Carlos y abren ininterrumpidamente desde las 12 hasta las 23h
Mesas de madera, sin mantel, ambiente claramente informal. Un folio para la carta de comidas y otro para las bebidas. También puedes pedir la versión escrita en inglés.
Para beber pedimos una ceveza negra Kozel 0,5 litros a 42 coronas, aproximandamente 1,5€. El precio de la cerveza en Praga (en mayor consumidor de cerveza del mundo) por lo general es bastante económico. En este restaurante oscila entre 1€ y 1,5€.
En la carta de comida tienen platos tradicionales con una elaboración sencilla. Muy bueno una especie de embutido parecido a la mortadela con una vinagreta y cebolla picada; correcto el pollo a la brasa con mantequilla y remolacha. De postre un dulce típico de Praga, un merengue seco relleno de nata (1€!!). Se puede comer perfectamente a la carta por unos 10€.
También hacen pedidos de comida para llevar a casa.

Preguntando a gente del sector, fiable en teoría, por un restaurante moderno pero de gente del país, sin turistas y con buen ambiente, nos recomendaron este lugar, avisándonos de que era cocina checa simple, sin pretensiones.

Lo encontramos en Old Town, en una avenida elegante y residencial, camino del Barrio Judío.

Gran local alargado con techos abovedados, tubular, como si seccionas un cilindro longitudinalmente. Diáfano, limpio, aséptico.

Las mesas, de madera, estaban dispuestas en el mismo sentido que el local, y uno de los lados del tubo hacía de respaldo. En ese lado las paredes estaban forradas, hasta media altura, de estos materiales plásticos que imitan a la madera. Al otro lado, unas urnas transparentes que guardaban enormes depósitos de cerveza tumbados. El efecto era muy “industrial”. Me gustó.

Al final era una versión moderna de una cervecería tradicional checa, con ambiente cool. La concurrencia era más de gente nacional, aunque turistas, haberlos los había. Lleno hasta la bandera. Dada su ubicación y precio, supongo que será invadido por turistas en breve.

Como en todos estos establecimientos, no hay mantel y te dan los cubiertos enrollados en una servilleta de papel apretada, apretada, que hasta cuesta separarla. ¿?

Cocina checa ligera, como más ligth. Menos cantidades, menos salsas y cierto minimalismo en la presentación de los platos.
Estábamos con poco apetito y mucha sed, así que nos bebimos un par de jarras de buena cerveza y tomamos un solo plato. En mi caso fue:

• Salchicha especial “Talián” de la familia Dolejsi, con rábano picante y mostaza. Gruesa, a mitad de camino entre un frankfurt y una salchicha fresca. Sabrosa, jugosa y muy especiada.

No tomamos postre.

El servicio, en la línea (rápido, sin contemplaciones, seco y altivo), en este caso todos jóvenes y con buena presencia física.

Un curioso lugar, algo distinto en Praga.