Cuando uno viaja a Praga, quiera o no, tiene que visitar el Castillo, el Puente de Carlos, la Plaza del Reloj, el Barrio Judío y… U Fleků.
Se trata de una centenaria cervecería (parece ser que llevan 500 años haciendo aquí cerveza, dicen que es la fábrica de cerveza más antigua del mundo) en la parte sur de Stare Mesto, ya casi en Nove Mesto.
Esperábamos algo muy turístico y eso fue lo que encontramos. Un antiguo edificio con mil estancias, unas al aire libre, otras interiores, un cabaret con representaciones… Menudo negocio.
Nos acomodaron nada más entrar en el complejo a la derecha, en una sala rectangular con las paredes forradas con cuarterones de madera hasta casi el techo, semejando las salas capitulares de los monasterios medievales.
Mesas de madera corridas con bancos alargados también de madera. Se come sobre ellas, sin mantel y, por supuesto, con servilletas de papel.
Ambiente festivo, cánticos, acordeones, grupos de turistas de las más variadas nacionalidades…
Nada más entrar aparece ya un camarero con jarras de cerveza y un licor que se toma a la par y que, con mucho esfuerzo, logré rechazar. Estaba el tipo emperrado en que nos tomáramos todos el chupito.
Cocina tradicional checa sin más pretensiones. Cenamos:
• Tarrina de queso aromático batido con cerveza, mantequilla y cebolla, que solo me gusto a mí. Un sabor fuerte y especiado, picantillo, pero con un tacto muy cremoso. El pan estaba riquísimo, unas rebanadas como de hogaza integral aderezada con algo similar a la hierbabuena. Me puse morado, pues como digo, nadie “atacaba”.
• Goulash. Estofado de vacuno típico de Europa del Este que siempre me ha encantado. En este caso, aceptable nada más. Iba acompañado con las cortadas de albóndigones de patata que encuentras en muchos platos y que con estas salsas está de rechupete.
• Strudel de manzana. Se dejaba comer.
La cerveza, como decía, la hacen ahí mismo, y estaba buena, tiene mucha fama, aunque lo cierto es que las probé mejores en otras cervecerías de la ciudad.
Después de cenar nos dimos una vuelta por el edificio y quedamos impresionados por el negocio que tienen montado ahí. Como decía al principio, vimos salas y salones de todos los tipos y tamaños. Recomiendo reservar, si el tiempo lo permite, en el enorme patio interior, precioso y bien ambientado.
Un lugar al que hay que ir, aun sabiendo que no vas a comer bien.