Ya es la tercera visita a La Cucanya de Vilanova, en primer lugar expresaré que mi criterio a primera vista puede resultar parcial dado que es el restaurante de un buen amigo, Carlos Alcover, pero... siendo justo, cuesta encontrar actualmente sitios donde comer así. Trato familiar, no a mi por ser amigo, que también, sino que se veía en todas las mesas, y es que se nota cuando un negocio tiene tradición familiar detrás. La situación del restaurante es espectacular, siendo el acceso un poco complicado, pero estar comiendo viendo el mar desde esa posición tiene un valor añadido difícil de superar. Y la Cucanya ofrece varias cosas más interesantes, una el producto, de primera calidad, tomamos gambas rojas de Villanova que nada tiene que envidiar a las de Palamós, almejas a la marinera (diferentes a las habituales, a la marinera de Vilanova serán) con un caldo espectacular, etc pescados muy buenos, lubina a la sal (no de piscifactoria), y un apartado poco frecuente de ver y que es marca de la casa, un carro de tartas y postres que se queda en la memoria de cualquiera que va. El local ha sido recientemente remozado, adquiriendo ahora mayor luminosidad, blanqueado en paredes y actualizada la entrada, con una amplia zona fuera para tomar algo en una terraza muy agradable y la posibilidad de tomar postre cafe y copa en los alrededores del edificio donde hay una amplia zona ajardinada con vistas directas al mar. Unas copas de verdejo (K-Naia) y una botella de Sumoll de Can Rafols del Caus, agua, cafe, 140€