Ubicado en una de esas isletas tan típicas de las urbanizaciones de Aravaca y Majadahonda (en la misma que el Ito-Ita).

Se trata de un bar-pub-restaurante moderno, con techos muy altos, una decoración fusión rompedora en la que igual te encuentras una lámpara hipermegaclásica, que un mobiliario vanguardista, que unos espejos de época retroiluminados con fosfo… que una pilas rústicas encastradas en unos baños de diseño.

La iluminación y la música de fondo son desconcertantes: no sabes si estás en un pub o en un restaurante, aunque el espacio está bien diferenciado entre uno y otro.

Cocina actual, variada, desenfadada, juvenil. La carta es físicamente graciosa, con algunas referencias resaltadas con grandes letras. Contempla gran variedad de platos en la línea que comentaba de la cocina.

Tomamos, todo para compartir:

• Ensalada de Jamón de pato, aliñada con una vinagreta de naranja. Presentada en forma de flan. Agradable
• Tartar de salmon, con aguacate y germinado de cebolla. Jugoso.
• Huevos rotos con jamón. Sabrosos.
• Chistorra de Arbizu con pimientos. Nada destacable.
• Hamburguesa La Charola, de carne de buey con foie fresco. Gruesa y consistente, una buena hamburguesa.

Y lo regamos con un rueda, un Nix Alba Verdejo. Este apartado, muy mejorable, pues solo ofrecía dos blancos.

El único camarero que había era un buen profesional, de los de antes. Ciertamente, estuvimos muy bien servidos y así se lo hicimos saber.

Un correcta y relajada cena.