En estos tiempos de pandemia los restaurantes tienen que sacar sitio en el exterior como sea y esto conduce a situaciones como las que nos tocó aquí, donde tras la reserva previa nos situaron en una mesa de la ampliación de la terraza, en un lugar cercano a la salida de humos, el aparcamiento y los contenedores de basura, aunque hay que decir que afortunadamente no nos llegaba su olor. En vista del entorno solicitamos comer en el interior, pero estaba todo reservado, así que tuvimos que apechugar con lo que nos habían asignado.
En cuanto a la comida en sí, de la carta, centrada en el producto local con elaboraciones tradicionales elegimos:
No quedaba mucho sitio para el postre, y de lo que nos ofrecieron escogimos la tarta de zanahoria con crema de queso y nueces (3,50€), que no terminó de convencernos mucho, quizás por el hartazgo de todo lo comido previamente.
Curioso el caso del pan, una cesta con unos trozos de un buen pan gallego por encima y el resto una barra corriente y moliente.
Recurrimos al vino por copa, y entre la habitual oferta de vinos gallegos escogimos Antonio Monteiro Colleita y Capellán Ernesto, ambos solvente en su rango.
Servicio voluntarioso y que nos aconsejó correctamente eliminar un plato más que íbamos a pedir.
Sargo con su guarnición
Sargo
Berberechos
Marco incomparable para una comida
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