Cúmulo de despropósitos

Fiestas en Cabezón de la Sal. Optamos por visitar uno de los restaurantes con más prestigio, al menos hace años lo tenia. Eran pasadas las 15 h, pedimos mesa, y aunque en un primer instante nos sentamos en el exterior al momento el propietario nos ofrece una mesa en en interior. El primer contacto visual es bueno. Habitáculo bien decorado y acondicionado. Óptima distancia entre mesas. Correctos los elementos de sobremesa.

Nos ofrecen la carta de comidas y la de vinos, las cuales ojeamos con detenimiento. La carta de comidas parece interesante, en cambio la de vinos es bastante clásica. No es una carta para nada atractiva.

Vienen a tomarnos nota y solicitamos información sobre el "Menú del día" del cual hace clara mención la carta. La respuesta tajante, "hoy no tenemos menú". Y entonces, ¿para que lo ponéis en la carta? Mal empezamos....

Solicitamos pedir ya el vino puesto que teníamos que elegir la comida todavía y ya nos habíamos decidido por un Pago de Carraovejas. La camarera nos responde secamente que no, que se lo pidamos todo a la vez.

Pues nada, se nos hace tarde y vamos a decidir rápido. Menestra de verduras para compartir, y de segundos Rodaballo al horno y Lubina a la espalda.

Pedimos el Pago de Carraovejas y nos dicen que no lo tienen, un Matarromera y tampoco, finalmente y dudando entre un Viña Pedrosa y un Sierra Cantabria, nos declinamos por el crianza de este último.

Nos traen un plato con algo dentro y nos lo dejan encima de la mesa. No dan ninguna explicación de lo que es. Inaudito.

Lo que viene a continuación es increíble, observamos como la persona en cuestión acude a la vinoteca cogiendo una botella. Al poco rato acude con la botella abierta (si es que es la misma puesto que no la vimos descorcharla), la cápsula mal cortada, sin el corcho, y nos la "coloca" en la mesa y se queda tan ancha. Empieza a hervir la sangre, pero decidimos hacer ejercicios de auto control ayudados siempre por ese calmante llamado "vino". Evidentemente ni una sola ocasión se preocuparon en servir el vino, ni siquiera la primera y protocolaria copa de prueba.

Nos impacientamos por el retraso en el primer plato. Durante la espera nos bebimos mas de media botella y ayudados por el pan hicieron mas "amena" la espera de casi 50 minutos para traernos el plato de menestra. No acabo de entender el porqué no nos fuimos de allí, porque el cúmulo de despropósitos superaba limites insospechados. Encima casi todos (por no decir todos) los ingredientes de la menestra eran de bote.

Para el segundo ya no tardaron tanto. La lubina era fresca, tenia una buena cocción y buen sabor. El rodaballo sin estar malo no estaba fresco y encima carecía de guarnición, cosa que la lubina no. De postres sendos y buenos arroces con leche. Cafés.

Al abonar religiosamente la cuenta, que sin ser cara (70 €) la RCP deja mucho que desear, no solo por la mala calidad del producto y el aberrante trato al vino, sino por la muy mala atención al cliente.

Solicitamos hablar con el dueño. Acude el hombre y se sienta en nuestra mesa. Le exponemos nuestro malestar, le remitimos todas y cada una de nuestras quejas y se le dice que muy mal deberíamos estar para volver. Nos agradece nuestra critica pero mas bien lo que está deseando es que nos levantemos y nos larguemos de allí.

Por cierto, el dueño nos dice por fin que el platillo que nos pusieron sobre la mesa sin explicación alguna era "asadurilla".

En resumen, una experiencia nefasta. Mal, mal y mal.

Un saludo.