No le sé ver la estrella

Me cuesta entender los criterios de asignación de las estrellas Michelin, y este lugar una vez más es un claro ejemplo de ello. Decididos a probar nuevos restaurantes en nuestra ruta gastronómica por esa parte del norte, nos decantamos por ir al Mirador de Ulía no solo por la estrella Michelin que le habían otorgado, sino por otras críticas y recomendaciones encontradas, de gente tan renombrada para mí, como David de Jorge "Robinfood".
Después de la visita, si tengo que destacar algo son sus glamurosas vistas de Donosti con la playa de Zurriola justo debajo.
Una vez dicho esto, procedo a detallar los grandes errores con los que nos encontramos, inconcebibles de cualquier restaurante que haya superado los "supuestamente" más estrictos criterios de asignación de estrellas Michelin:
- 5 personas que nos decantamos por su menú degustación, y que comentamos al maître que uno de los platos que contenía marisco fuera cambiado por otro, para un amigo que era alérgico al mismo. Dicho cambio no se realizó, por lo que tuvimos que hacer la observación de nuevo cuando nos los presentaron, y solicitar una alternativa que tardó en llegar y que nos hizo esperar al resto.
- Tantas personas sirviendo paltos, vino, cambiando cubertería y reponiendo pan, y no fueron capaces de detectar que 3 de dichos platos venían astillados (aun ahora no doy crédito).
- En las sucesivas veces que se nos ofreció pan, un amigo mío demandó siempre el de nueces, que venía en el surtido que inicialmente presentaban y que luego desapareció misteriosamente, lo que llevó a la camarera a regresar siempre a por estos panecillos (mínima proactividad).
- Algunas personas del servicio fueron secas y distantes.
- La mayoría de platos no dejaron huella.
- Los postres compartieron algunos de sus ingredientes en su presentación.

Vamos a por lo positivo:
- Vistas espectaculares, y salón con el espacio y coperío adecuado.
- Algún plato a destacar: las gildas rellenas y el pato de caserío dos cocciones.
- El vino seleccionado para la ocasión fue el Julián Chivite Reserva 125 aniversario, servido a la temperatura adecuada y realmente delicioso (ésto último mérito del bodeguero, obviamente).

No volveremos.

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