Restaurante de un hotel de cinco estrellas situado a media hora de Lisboa.
Entorno idílico, encima de las rocas, sobre el mar, piscina pequeña, zona ajardinada, decoración moderna y antigua.

El restaurante mantiene el nivel del entorno pero tiene una cocina tirando a básica. De hecho francamente decepcionante...
Pescados a la plancha con la misma guarnición, que por cierto te dejan escojer dos entre una lista de cinco, en las que hay tres de patatas (cocinadas diferentes), una de arroz y otra de verduras... por cinco euros.

Las raciones está bien cocinadas aunque son pequeñas, no ya para Portugal, sino incluso para España.
El servicio es muy amable y cercano, aunque la tendencia, y ahora exsagero algo, al "desbordar" de copas con el vino existe igual y la lentitud es norma.

Culpa de esta lentitud es el cuello de botella que se forma con los pedidos del "merendero de bocatas", llaménlo sandwiches si quieren, que tienen montado en la zona chill out... eso estaba lleno mientras que en el restaurante eramos sólo dos mesas.

Francamente, para un lugar donde dormir cuesta a partir de 300 euros, uno espera un restaurante de otra calidad...

El vino correcto, sin alegrías... y eso que intentamos entablar conversación con el encargado de vinos (llamarle sumiller sería insultar a la profesión) y comentamos que veníamos del país de al lado, nos confesó que no conocía nada de los vinos españoles...

En resumen, un lugar para no volver.
Para comer no porque en cualquier otra parte comerán igual y mejor y más abundante por la mitad, y para dormir, porque puestos a gastarnos 300 euros la noche, el abanico de posibilidades es enorme....

No les queda nada a nuestros "hermanos" portugueses en restauración...