Bonito local, amplio y cómodo, de decoración clásica. Tiene dos grandes y

Bonito local, amplio y cómodo, de decoración clásica. Tiene dos grandes y vistosas cavas de puros y vinos acristaladas, ésta última con un comedor privado en su interior.
La cocina es de temporada de corte clásico con algún guiño a la modernidad, muy bien ejecutada y presentada y con excelentes materias primas. Muy buenos pescados. Magníficos los postres (maravillosa esa selección de helados caseros con un PX Sacristía Garvey que cerró la cena a lo grande).
Buena carta de vinos, clara y bien presentada con presencia de casi todas las DO españolas y con algún buen representante extranjero (esta vez nos decantamos por los Alsacianos de Leon Beyer). Los precios variables según el vino, pero no son muy altos para el nivel del local. Buen servicio y tratamiento del vino (a cargo de un buen sumiller) y copas y vajilla correctas. Servicio de mesas atento y amable.
Muy buen restaurante que pertenece a uno de los grandes grupos de la restauración madrileña, ahora bien resulta un poquito caro (salimos a casi 80 euros por persona) para su calidad. En cualquier caso, mesa recomendable.

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