¿El secreto?...los fogones.
De difícil ubicación este local, no por situación geográfica que personalmente la considero privilegiada, puesto que está en la zona de Campanar, con lo cual se puede aparcar perfectamente en Nuevo Centro en las horas puntas, y a dos minutos andando nos encontramos el local. Por la noche no creo se tenga excesivo problema para aparcar en la zona puesto que justo enfrente del local existe un amplio solar.
Lo de ubicación viene determinado por la categoria, puesto que no es un bar en el sentido que entendemos como tal, mucho menos un restaurante, así que considero más apropiado denominarlo como cafetería.
Honestamente reconozco que si paso por la puerta y no tengo referencias previas, no me resulta atractivo entrar. Visto desde la calle, un local pequeño, con una minúscula barra, nuevo, eso sí, puesto que abrió en el mes de marzo de este año, decoración moderna, como mucho creo recordar 7 ú 8 mesas, con escasa separación para mayor aprovechamiento del espacio.
No dispone de carta con lo cual hay que centrarse en las pizarras donde se indica la composición de los platos de los dos menús que dispone para el medio día, uno de 12 € y otro de 14 €. Por la noche lo compone un menú más completo por importe de 20 €, el cual y previo aviso lo pueden elaborar igualmente para el medio día. La bodega es muy escasa, indicando igualmente en las pizarras la disponibilidad de vinos...de tipo medio y bajo, según el bolsillo.
Y dicho esto, el lector se preguntará...¿y donde está el atractivo de este local?. Pues muy sencillo, el verdadero tesoro que esconde se encuentra en los fogones, comprando a diario la materia prima, fresca y de calidad, y una fantástica elaboración de los productos a cargo de su propietario Julio, con una más que correcta presentación de los mismos...en ocasiones sorprendente por el continente, pero con un contenido que realmente merece la pena comprobar. Inés, su mujer, se encarga del servicio del local.
En total éramos cuatro comensales y la comida consistió en:
Espuma de ajoarriero
Gazpacho en gelatina con semilla de tomate y albahaca.
Tosta de all i oli gratinado con miel.
Bocadillo de sardina ahumada con mous de tomate.
Patatas asadas con mayonesa de trufa.
Empanadillas de dacsa con bonito y tomate.
Témpura de gamba con lima y soja.
Albondigas de sepia encebolladas y chupito de guisantes.
Entrecot con jugo de frutos rojos y remolacha.
No le puedo poner ninguna nota negativa a ningún plato puesto que todos ellos fueron del agrado general, con correctísima elaboración.
Como postres tomamos unas fresas con yogur, natillas y suflé de chocolate, gustándome especialmente este último.
La aportación del vino fue personal y tomamos un Vega Sicilia Único del 98, aunque al quedarnos cortos pedimos de la casa un Drassanes del 2008...pocas alternativas existian.
La cristalería, cubertería y vajilla, de corte moderno. Las copas para el vino no estan mal aunque mejorables.
Nos atendio Inés, con un trato profesional, amable y familiar.
Llegado este punto y con las indicación dadas, cada cual puede considerarlo como estime convenient.
Iniciamos con los típicos refrescos y terminamos con los cafés é infusiones.
Personalmente repetiré.