Siempre he leído con atención todo cuanto se escribe sobre Ciro en este portal. Me parece que ello viene motivado por qué creo recordar que fue el admirado Miquel Ruiz quien primero me habló del mismo y de su cocinero. No sé cuánto de ello es real o cuánto imaginado por mí, pero creo que estoy en lo cierto. Los discípulos de Miquel suelen hacerlo bien, al menos aquí en mi comarca, e intento seguirles el rastro dadas las dificultades sobradamente conocidas que entraña reservar mesa en el Baret de Miquel Ruiz.
Comida con viejos amigos que fijaron su residencia en el barri de Campanar y, al tener que ir con su bebé de corta edad, decidimos quedarnos cerca de casa. Era la ocasión perfecta para visitar Ciro. Local bonito en su interior con la combinación entre elementos estructurales rústicos con mobiliario de corte moderno como rasgo más descriptivo del mismo. Nos acomodaron cerca de la entrada, con lo cual no pude ver el resto de la sala. Local lleno, creo que completo, y ambiente distendido y de disfrute que se palpa nada más cruzar la puerta. Tal vez también contribuye a ello el ambiente festivo de la Navidad que aún estamos celebrando.
Nos decantamos por el menú de diecinueve euros que incluye tres entrantes, un segundo a elegir y una selección de postres. Ese día nos presentaron:
- Buñuelos de bacalao: Muy sabrosos. La singularidad vienen dada por la cobertura exterior, de color negruzco, conseguida a base de tinta de calamar (digo yo).
- Cous cous con gamba al ajillo: La base es una especie de tabulé sobre la que se presentan las gambas en forma de carpaccio. Plato rico y refrescante, a modo de ensalada, pero no encontré la similitud con la famosa tapa.
- Ortiguillas: Entrante que no incluía el menú y que pedimos “extra”: seis unidades por ocho euros. Calibre mediano, acertado el rebozado y correcto el punto de fritura. Bien.
- Empanadilla de carrillera: Vistosa la presentación con un remate de cebolla morada en juliana y hierbas picadas. Jugoso el condumio, pero tal vez demasiada fritura, en parte por culpa nuestra al haber pedido las ortiguillas.
- Huevo escalfado con caldo de jamón y migas: El mejor plato. Sí, ya sabemos que lo del huevo está sobreexplotado, pero, oye ¿si está rico? El caldo de concentración destacable pero sin exceso de salinidad. El huevo en su punto exacto y las migas como complemento crujiente perfecto para degustar un gran palto sin necesidad de rebañar pan.
- Arroz de conejo y alcachofas: Caldoso, servido en cazuela de hierro colado. Ración abundante (era para dos y podíamos haber comido los tres). Generosidad en los tropezones vegetales y los de conejo. Buen punto en el grano. Sólo un defecto para mi gusto: exceso de romero que quitaba protagonismo a un buen fondo. La tercera comensal se pidió un bacalao que tenía muy buena pinta y que comento que estaba bien rico.
- Postres: Crema de mango y yogur; crema catalana; chocolates: Tres minipostres para cada uno de los comensales servidos en pequeños cuencos de acero y cristal que configuran una bonita composición. Gustó mucho el primero con un juego interesante entre la mouse de mango que presentaba un acertado dulzor y la acidez de la crema de yogur. La crema catalana estaba conseguida y en el postre de chocolate se mezclaban varios cacaos de diferente intensidad y pureza (eso nos pareció) que generaron mayor o menor aprobación.
Bebimos cerveza para empezar (Turia, Galiana de trigo), varios refrescos, agua, una copa de vino tinto y una de Moscatel de Enrique Mendoza. También cafés. No ojeé la carta de vinos y, por tanto, no puntuaré el servicio del mismo. Vista la oferta de vinos para el postre y de cervezas artesanas, se intuye que la carta reúne las referencias suficientes para un local de su categoría.
Servicio muy eficiente y simpático. Llegamos pasadas las 15.20 h. y nos sirvieron con diligencia, sin atosigar y siempre de buenas formas, atendiendo y dando solución a las demandas que exige el ir con un bebé de ocho meses. Muy bien.