Cena el día 1 de noviembre
Reservamos una mesa para 2, menos mal, al parecer, se llena casi siempre, según Carlos (con C!) Arguiñano, ya entenderemos el por qué!
Restaurante de pueblo, con mucha variedad y comida contundente.
Llegamos pronto, pedimos cerveza y refresco para pasar la espera.
Pedimos un primero para compartir, Mi-cuit artesano de foie gras con queso de cabra ligeramente caramelizado. Bueno y copioso. (En otras mesas, tenían unas ensaladas enormes con 3 piezas grandes de queso de rulo de cabra!).
Segundo: lagarto de cerdo a la brasa (2 buenas piezas), hecho al punto pedido para mí.
Para mi pareja: codillo de cerdo que no pudo terminar por su tamaño.
Postres a 2,75€! Un simpático Goshúa para mí, un flan, creo, par ella.
Bebidas para acompañar: una buenísima Garnacha Centenaria Crianza 2015. 15€ en restaurante (me comentó el Carlos con C que cobran las botellas a precio PVP + 5€!)
Total: 56 €, para “atipar-nos” como gorrinos! Dios como comen estos aragoneses!
De viaje encontramos este restaurante en la C/ Teruel de Calamocha, de quien dice ser primo de Karlos Arguiñano, uno con K y otro con C. El local estaba abarrotado, y sól quedaba una mesa para dos, lo que hacia suponer una buena comida.
Nos atendió el propio Carlos, y rapidamente estabamos sentados con una cerveza bien fría.
Degustamos ensalada de queso y chuletón de buey. De postre, cuajada con miel.
Bebida: Agua mineral y cervezas.
Servicio rápido y buena relación calidad precio. Un buen sitio de paso.
Acudimos a este restaurante por descarte. Nos encontrábamos de viaje por los alrededores de Calamocha y el que nos habían recomendado estaba cerrado por reformas, otro del que teníamos referencias no reservaban… y éste, del que apenas teníamos referencias, estaba abierto y reservaban sin problemas.
Nos encontramos con un restaurante rural, de ambiente y decoración rústica y sencilla…. totalmente vacío. Esta circunstancia por un lado nos escamó un poco y por otro nos alegró, ya que éramos 12 comensales, 6 adultos y 6 niños.
Nos recibieron con cariño y simpatía, nos acomodaron perfectamente, nos aconsejaron bien, y procedimos a degustar esta cocina de mercado, que aunaba raíces con pizcas de modernidad.
---Entrantes al centro:
• Ensalada de la casa, que estaba riquísima sobre todo por la presencia de cebolla frita crujiente casera, tipo la de Ikea.
• Pimientos rellenos de boletus. Buenos pimientos y sabroso relleno.
• Cangrejos de río en salsa de tomate y whisky. Ya les tenía yo ganas a los cangrejos de río, hacía tiempo que no los disfrutaba. Bien hechos, picantotes.
• Caracoles en salsa española. Cumplió a rajatabla el viejo refrán de “vale más la salsa que los caracoles”. Sin desmerecer a los caracoles, pero… ¡qué salsa!.
---Segundos, también al centro
• Codornices rellenas de foie. Guisadas, no estaban malas pero carecía del sabor de otros platos.
• Chuletón. Excelente carne.
---Postre
• Tarta casera de queso. Buena, sin más.
Carta de vinos discretita, en la que encontramos alguna cosita interesante como un blanco 2010 de Rueda, Señorío Real, y un coupage garnacha - syrah de Cariñena, Jabalí 2009. Copas decentes.
Trato absolutamente familiar, brindado por el propio Carlos Arguiñano (primo, según nos contó, del mediático cocinero vasco). Además de atendernos y “leernos” de maravilla, nos amenizó los postres con dos chistes antológicos. Y, para que los niños nos dejaran tomarnos a gusto el café y el gin tonic, tuvo el detallazo de encenderles la Wii que tiene conectada a la televisión que preside la sala y prestarnos los juegos de sus hijos. Una gozada.
Si vuelvo a Calamocha, volveré a Carlos Arguiñano.
P.D.: el precio por persona es el que estimo por adulto.
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