Acudí a esta taberna restaurante por tercera vez en poco tiempo, y siempre por motivos de trabajo. En esta ocasión, donde la temperatura era excelente (20º) la pequeña terraza dispuesta en la acera era una magnífica opción.
La comida empieza con el aperitivo de la casa que consiste en un simpático cubo de latón con un muy buen pan dentro (el negro mejor todavía) para tomar con un picadito de tomate muy sabroso. La bebida la ofrecen y la sirven al tiempo, cerveza correcta en dos tamaños o vinos, de una carta más bien corta. Por copas recomiendan "Casa Micaela" que llega a la mesa en temperatura justa de frío. Nos cuentan que está hecho con uvas albariño pero plantadas en Cantabria. Es una opción, a mi parco entender vinícola, muy interesante (2,55 € la copa).
Como entrantes tomamos un más que correcto salpicón del Machi: Rape, pulpo, mejillones, langostinos, pimientos y cebolla (12,75 €) y unos esplendorosos mejillones marinera en cazuela (10 €), con una salsa que invitaba a dejarla limpia mojando el pan.
Como ya conocía la abundancia de las raciones el segundo plato consistió en una generosa ración de bonito encebollado (20 €) que estaba magnífico de punto, sobre lecho de patatas panaderas. En este punto quiero destacar que en el plato encontré un trocito minúsculo de plástico (quizás algo que llevaba el animal adherido) y como hice un comentario al servicio sin mayor mpretensión, cuando llegó la factura ponía "Invitación". Me opuse pero no hubo manera. Me pareció un detalle que da más categoría a esta referencia.
Una brocheta de frutas correcta (4,75 €) consciente que no elegía la mejor opción pero había que trabajar duro por la tarde, y un café, no destacable en ningún sentido, de mi acompañante, pusieron fin a la comida.
Por si algún escéptico forero le queda alguna duda de mi satisfacción, volví por la noche a cenar (picotear)igualmente en la terraza ya que la noche era maravillosa, donde fuimos atendidos por una amabilísima y profesional Georgette, lo que también cuenta en la valoración, y al día siguiente (4) a comer, ya que no pudimos hacerlo antes de las cuatro y cuarto, y todas las cocinas "serias" de Santander estaban cerradas, según se nos decía al teléfono. Por supuesto que fue a comer porque entre lo ingerido, aparte las consabidas y recurrentes rabas de magano, en su punto, más unas anchoas de Santoña, que he tomado mejores, nos hicieron un arroz abanda o a banda -que me ayuden los valencianos- (como segunda opción de un arroz con almejas, ya que no les quedaban de estas últimas) que también es una opción a considerar, en su punto de meloso, ya que no es, a pesar del nombre, como los que acostumbramos a comer en levante. Y pienso repetir, que hay todavía muchas cosas de la carta que todavía no pude probar.