Mucho ruido y buenas nueces

Tomó el nombre -en versión adaptada por quien suscribe- de una de ls obras teatrales de William Shakespeare (en realidad, Mucho ruido y pocas nueces) para definir lo que, en esencia, constituye el restaurante objeto de valoración.

El mismo se encuentra ubicado en un lugar relativamente céntrico, en una bocacalle de una vía principales de Zaragoza (Cesaraugusta), situada a mitad de camino de dos joyas históricas de la ciudad (Puerta del Carmen y Mercado Central). En 10/15 minutos estás en una -o más de una- buena zona de copas, así como en el Paseo de la Independencia y Plaza del Pilar. En suma, cercano a lo más turístico de la ciudad pero, a su vez, lo suficientemente apartado del agobio que ello supone.

En cuanto al entorno exterior, un tanto pobre, pues ya se ha dicho que está en una bocacalle que no presenta mayor encanto. Pero el entorno interior me gustó. Se podría decir que es un restaurante juvenil, desenfadado, moderno, pero con ciertos toques vintage.. Los cuadros, las lámparas.. No está mal. Y otra cosa que me gustó: en blanco y negro, bien combinados, con toques de madera.. aportando calidez, serenidad y una buena estética.

Mesas: unas 20 (sobre 70/80 personas de capacidad). Maderas decapada en blanco. Sillas parecidas. Cómodas. Hay algunas mesas en el exterior (conté 8), con sillas metalicas típicas de este tipo de terrazas. Manteles y servilletas de papel (pero no cutres). Aceptable separación de mesas, sin agobios.

El restaurante es limpio. Una curiosidad: apareció una pequeña hormiga antes de ponernos a comer con una pequeña miga, detalle que no es preocupante, menos en la época en que nos encontramos. Insisto en la limpieza del lugar, que se extiende a los cubiertos y demás vajilleria. La vajilla muy aceptable, salvo las copas, más de batalla.

Frente a ello -y de ahí parte del título- un ruido muy elevado (excesivo), lo cual no entendí, pues la altura de los techos es muy similar a la de otros restaurantes en los que no he apreciado este defecto. Creo que es un problema nuestro: hablamos demasiado alto (a diferencia de lo que ocurre en otros países). Si a ello se une -como nos sucedió- una cena de amigotes (10) con ganas de jarana y una despedida de solteras (8, todas de negro, menos novia de rojo), pues quizá aquí radique la explicación del problema. O el motivo del despendole, hasta ese momento sólo auditivo.

La carta de comida -va la otra parte del título-: Muy bien. Nada de cocina de autor, pero muy variada y en general, con muy buena pinta. Unos 16 bocadillos, algunos de ellos muy originales (presa ibérica o el de madejas), otras tantas especialidades (desde el tartar de atún, hasta el carpaccio de pulpo, pasando por el chuletón), completado todo ello con una serie de ensaladas y una pequeña representación de 6 postres.

Mi señora -en su línea veraniega- optó por una ensalada original -rúcula, lechuga, anchoas, cherrys, helado de aceitunas (muy rico), queso de cabra ...), que al final compartimos y que estaba buena y, sobre todo, muy bien aliñada. Y quien suscribe por la hamburguesa pan y cebolla, con una carne muy aceptable y con cebolla caramelizada, provolone, mostaza de hierbas, pasas..., etc, acompañada de un pan un tanto grueso pero de muy buena textura.

No tomamos postres, pues hacía calor y había que visitar los helados tortosa (calle D. Jaime, cerca Plaza del Pilar -los tiene hasta de donuts-) previos a los GT. Pero los postres no tenían mala pinta, más bien al contrario.

Bebidas: Como se ha comentado en anteriores críticas, una carta sorprendente (y original) para el lugar que es. 60 referencias, predominantemente tintos, 10 o 12 denominaciones origen. Y con unos precios increiblemente ajustados (p.e. Clio, 35 euros). Pocos vinos dulces, pero ciertamente representativos (Ochoa), alguno de renombre (Tokaji, 6 puttonyos) y servidos por copas.

Servicio de vinos: No tomamos vino -bebimos cerveza, buena, bien tirada-, pero creo que ví lo suficiente para pronunciarme. Las copas, como se ha dicho, son normales, pero el servicio de vino me pareció bueno -en todas las mesas que se bebía blanco había cubiteras, algunas muy elegantes-.

El servicio del restaurante es muy bueno. Te atienden rápido y son muy amables. Muy buena rotación de mesas; de hecho, hay dos turnos para cenar -9 y 10,30-. Sin un problema. La bebida la traen rápido y la comida también. Con la cuenta -26 euretes el total- tardaron un poco más, pero bueno, más vale esperar para esto.

En definitiva, un buen sitio para cenar ligero (o más contundente, si así se quiere) de los que gusta encontrar -incluso se echa en falta- cuando se está fuera de casa y no se quiere tapear ni inflarse a comer.

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