Excelente trato de las carnes

En la calle principal de Navarrés se sitúa este restaurante que nos atrajo por las buenas valoraciones que encontramos en la red. El local está ambientado en los refugios de alta montaña y, todo sea dicho, con bastante acierto: pilares de piedra, techo, muros y revestimiento de madera, gran chimenea (¡Qué lástima que aún no hacía frío y, por tanto, no estaba encendida!), mobiliario “castellano”, etc. Bromeamos con que sólo le falta que uno se asomase a la ventana y pudiese contemplar amplias praderas o montañas con nieve en sus cumbres. Je je.

La carta es la típica de cualquier asador con unos entrantes clásicos (queso, jamón, anchoas…) y cinco o seis propuestas carnívoras. Si no me equivoco, no hay opciones de pescado. Tomamos:

- Anchoas de Santoña: Calibre considerable y muy bien “sobadas”. Se presentan cuasi desnudas, sin tomate y con un chorrito de AOVE. En compañía del pan tostado que nos sirvieron estaban deliciosas.

- Ensalada El Refugio: Es curioso que no logre recordar qué llevaba exactamente, pero estaba rica. Sí recuerdo que, sobre la base de brotes tiernos, había algún ingrediente crujiente y se culminaba con una rica salsa usada con generosidad lo que la hacía muy apetecible. Quizás fue ese mismo el motivo por el que la devoramos en un santiamén y ahora no recuerde los ingredientes, je je.

- Revuelto de farinato: El farinato o chorizo de pobre es un embutido que se prepara en la zona de Salamanca y que apenas lleva carne. Se elabora con pan, harina, pimentón y las demás especias típicas del embutido. Si acaso, se añade un poco de manteca de cerdo. Muy curioso y no estaba malo, con una presencia muy marcada de los anises.

- Como plato principal yo compartí un chuletón de vaca con otro de los comensales y puedo asegurar que estaba delicioso y que podría figurar en el listado de las mejores chuletas que he probado. Lo pedimos “al punto” y estaba perfecto, realmente muy poco hecho (sería aquello que algunos denominan punto menos) y con la grasa perfectamente tostadita. Siempre he dicho que sería incapaz de comerme una chuleta yo sólo, pero no sé yo si ésta hubiese caído. Salieron a la mesa solomillos, entrecots, chuletas… Todo perfecto según mis acompañantes. Se nota que se seleccionan bien las carnes y que el propietario y “asador” tiene muy buena mano con las ascuas.

La carta de vinos no es muy extensa pero tiene referencias de solvencia contrastada a un precio correcto. Tomamos Veratón de “Altos del Moncayo” y San Román DO Toro. Excelentes. No hubo postres, aunque sí cervezas iniciales y cafés como remate.

Servicio eficaz, amable y con experiencia, cosa que siempre es de agradecer. Esto último sumado a todo lo anterior convierten al lugar en uno de los imprescindibles para los lugareños y para quienes se acerquen a la comarca y quieran degustar buena carne.