Restaurante La Sultana en Marrakech
Restaurante La Sultana
País:
Marruecos
Localidad:

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Añadir vino por copa

Precio desde:
60,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
62 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
8.1
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
7.0
Comida COMIDA
7.0
Precio medio entorno ENTORNO
10.0
RCP CALIDAD-PRECIO
8.5
Opiniones de La Sultana
OPINIONES
2

Tras la accidentada llegada, el plácido almuerzo y una intensa tarde de paseo por la Medina, incluyendo zocos –y sin guía, Ramico, no hace falta pa ná- nos pegamos un duchazo y a cenar como reyes. O como sultanes, mejor dicho.

Y nos dirigimos, por recomendación de Ramico -joé tío, te has dao de baja pero no haces más que salir en los papeles juas juas- a este restaurante.

Se encuentra en un riad que está cerquita de las Tumbas Saadíes, a “tiro de piedra” de Jemaa el Fna.

El entorno es… cómo decirlo… ¿epatante?, ¿mágico?, ¿divino?... Te teletransportas a una película de estas de culto orientales, a un escenario idílico de épocas pasadas, esos lujos que ya no se llevan, ese servicio… ¡Ufffff!

Ya la entrada te dice que… Y el pasillo primero, y la sala, y… Un paraíso.

Nos dieron a elegir tomar el aperitivo en “chimenea” o “terraza”. Nos enseñaron ambos espacios y, pese a que hacía fresquete, optamos por la terraza. La estancia de la chimenea era muy atractiva, pero eso de poder tomarte una copita con Marrakech a tus pies…

Nos subieron en un ascensor que era como de cuento de hadas, parecía formar parte de este palacete toda la vida, estaba absolutamente integrado. Y ya arriba… ¡Guau! Qué vistas, qué vegetación, qué muebles, qué clase… No se puede explicar con palabras.

Nos facilitaron unas mantitas blancas para protegernos del frío y nos tomamos unos mojitos unos y unos blanquitos otros. Y junto con ellos nos sirvieron un aperitivo que a la postre resultó ser lo mejor de la cena. Consistía en dos montaditos (pimientos uno y berenjena el otro) y un muslito de pichón tostadito con la patita envuelta en un papel para poderla asir sin mancharte. Los tres especiados con profusión y buen gusto.

Se estaba ahí tan bien que nos costó mucho “arrancar” y decidirnos a bajar al patio, que es donde tienen el comedor. Un precioso patio, con una piscina alargada en el centro y unos soportales rodeándola. Bajo uno de ellos estaba nuestra mesa.

Es un patio de ensueño, de ladrillo árabe, abundante vegetación, iluminación logradísima, arriesgan con el tono tenue hasta tal punto que te dan unas linternitas para leer la carta. Inenarrable.

La carta, amplia, aborda la cocina tradicional marroquí junto con múltiples referencias de cocina internacional.

Mis caprichosos amigos fueron con el combinado internacional. Mostrando su gran inquietud culinaria y su afán por imbuirse en el acervo cultural del país visitado, se pidieron una originalísima tarrina de foie, unos ignotos canelones rellenos de queso y un singular carpaccio –ironic mode, claro, esos adjetivos, ay que jo…- Las risas fueron mayúsculas cuando, después de la ingesta, nos conectamos a internet y el carpaccio resultó ser de vieira, casi le da un síncope a quien lo tomó, pues entre otras muchas cosas le da asco este simpático bivalvo. Así que apunten oiga: Coquille St Jaques es vieira. No se dejen llevar por la traducción inglesa, scallop. No, Mitis, no era como te dijo Pi un carpaccio de escalope, no te fíes nunca de esa arpía. Juas juas juas. Toma, por temerario!!!

Yo, como hombre de ley que soy, me puse la camiseta de Marruecos para disputar este partido y disfruté de:

Pastilla de pichón al aroma de kerfa. Uno de los máximos exponentes de esta gastronomía, la Pastilla de Pigeon. Difícil de entender para muchos occidentales, sobre todo en este orden de salida, ya que la canela está omnipresente inundando papilas y pituitaria con su gran fuerza. La canela marroquí es “canela en rama” (bien traído, ¿eh? jeje). Básicamente se trata de una empanada redonda rellena de pichón desmenuzado y recubierta de azúcar, canela y lascas de almendras. En La Sultana les quedó un poco bastante seca, una pena. En otros lugares las probé mejores.

Tagine de carne, pasas y almendras al estilo M´Rouzia. Mucho más bonito en francés, ande vas a comparar: Le tagine de boeuf , Raisins & Amandes façon M´Rouzia. Y en inglés… Es curiosa esta extraña y desconcertante costumbre que tienen en Marrakech de traducir de modo diferente al francés y al inglés. Tú lees el nombre del plato en un idioma y luego en otro, y parecen distintos en muchas ocasiones. Siempre varía algo. Pero al grano, que me pierdo: el tagine estaba rico, no era para tirar cohetes, pero este guiso estaba rico. Le faltaba un poco de rock & roll (con esta expresión algunos de los lectores se van a volver a poner nerviosos…).

Glace a la corne de Gazelle. Un helado casero como de mantecado.

Buena carta de vinos, de la que seleccionamos un blanco del país que estaba macanudo, El Mogador blanc 2012. A 35 euritos vale, a 35 euritos cuesta! No vendemos, oiga, rrrrrregalamos! En los restaurantes marrakechíes resulta imposible encontrar vinos con decente RCP, pero al menos están buenos. Es lo que hay. Correcto servicio del mismo.

Y hablando de servicio, el de La Sultana es absolutamente impecable. Una elegancia, un empaque y una presencia que para nosotros querríamos la mayoría de los comensales que pasamos por allí. Capitaneados por dos nativos, varón y hembra de entre 30 y 40 años que parecía que habían nacido para esto.

Todo en La Sultana expele vapores de lujo. Es uno de los encantos de Marrakech: por el día vives la calle, el populacho, la miseria en algunos casos, olores de todo tipo, gritos, trapicheos… Y por la noche te sumerges en el mayor de los refinamientos, en el lujo, el boato. Y de esto último, para mí (aquí sí, tienes razón Ramico, aunque se come mejor en Dar Moha, amos hombre) La Sultana es el no va más. Por encima incluso de La Mamounia.

Conclusión: pasamos una velada memorable, en un entorno y una atmósfera sublimes, comimos discretamente bien, servidos como sultanes.

Pero puede lo positivo: esa terraza, esa chimenea, ese ascensor, ese servicio, ese patio de Las Mil y una noches… ¡Hay que vivirlo! Gracias por el consejo amigo Ramico.

Ya habíamos hablado de lo magnifico que es este riad, en esta ocasión nos detenemos a comentar su restaurante.

Con dos espacios bien diferenciados, la terraza de la última planta o los arcos que rodean en la planta inferior la zona de piscina.

La terraza con unas magnificas vistas sobre los tejados de Marrakech, y la no menos espectacular vista de las Tumbas Saadies nos ofrece un espacio abierto y fresco en las noches calurosas, magnifico enclave.

Los arcos que rodean la piscina es una zona perfecta para una cena tranquila, precioso el entorno, mesas grandes, muy grandes, cómodas, bien separadas unas de otras.

Ambiente con poca luz, invitan a la conversación y al disfrute de la gastronomía marroquí.

Nos decidimos por un festival de ensaladas marroquíes con cinco variedades distintas, todas bien buenas, aunque puede resultar escasa para compartir, por lo que pedimos dos.

Seguimos con una terrina de foie gras casero muy suave, francamente rica.

Como platos principales nos pedimos taglitelle de langosta en generosa ración y un francamente sorprendente y exquisita paletilla de cordero asado. Crujiente y especiado en su exterior y jugoso y suave de sabor en su interior, un acierto.

Servicio atento y profesional a muy buen nivel.

Carta de vinos amplia para lo que te puedes encontrar normalmente en esta ciudad.

Sin lugar a dudas un restaurante que hay que visitar, por su calidad y por su magnifico entorno.

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