Situado en uno de los extremos del tal vez más emblemático puente de entre los numerosos existentes en el ciudad de Alcoi. Local con trayectoria (más de 25 años de antigüedad), Juan el propietario y “alma mater” del establecimiento tiene gran vocación de servicio, no cierra nunca y al tratarse de bar y restaurante oferta servicio desde el desayuno hasta la cena, servicio “nonstop” desde las 7 de la mañana hasta el cierre. Decoración y mobiliario funcional. El espacio entre las mesas está muy optimizado, cuando está lleno, este es un factor de incomodidad. Dispone de dos plantas, la primera con servicio de cafeteria, mesas alrededor y comedor separado y la planta del sotano, con los baños y un salón reservado muy amplio.
Cocina tradicional, de mercado, la oferta es amplia y variada, una docena de entrantes entre fríos y calientes, media docena de pescados, otro tanto de carne y unos cuantos postres de presentación tradicional y elaboración, en la mayoría de sus casos, casera. Oferta varios menús, el del día consiste en cuatro entrantes para compartir, a elegir entre dos principales, postre, café y bebida, todo ello por diez euros. La vajilla y cubertería funcionales. El servicio es atento, con ganas de agradar.
La carta de vinos, que va junto al menú, rondará las cuarenta referencias, organizada por tipos, ofertando unos pocos rosados y blancos y el resto de tintos, éstos a su vez clasificados en: Rioja, Ribera y Comunidad Valenciana. Descansan en armario expositor climatizado. El sobrecargo en el vino es bastante moderado, rondará los seis euros por botella, lo que puede ser un aliciente para pedir los vinos más caros (por ejemplo: Mauro 28 euros). Las copas son dispares, al pedir el vino se ofertan unas básicas de la marca Spiegelau algo pequeñas. El sevicio de vino se cirunscribe a la apertura de la botella.
Nuestra experiencia fue para comer en el menú del día: ensalada de pasta, merluza rebozada, algóndigas de carne y pinchos morunos. Al ser las tres de la tarde pasadas, ya no les quedaba el arroz de verduras que era una de las opciones como principal, por lo que la mayoría de nosotros nos decantamos por la crema de legumbres, que resultó ser demasiado densa y algunos por un sencillo plato de entremeses. En cuanto a los postres: pudin de canela, tarta de chocolate, fruta, etc. Con las cervezas iniciales, dos botellas de Solorca (crianza básico de Ribera de Duero, correcto y bebible, pero sin más “glorias”) y los cafés la cuenta ascendió a 80 euros para los seis que eramos.
Correcta opción, tanto de menú, como fuera de él (por experiencias anteriores).