Sorprendente sumiller

Cena para 3 personas en un chino bastante pulcro. Pedimos tallarines, muy buenos, pato pekín, que venía cortado en lonchas para envolver en unos rollitos con una salsa, dim sun al vapor y cordero con comino, muy originales minibrochetas, pero el cordero muy mayor.
En fin, la sorpresa fue el servicio del vino: pedimos un Cune crianza a 11 euros y el camarero,un joven muy agradable y servicial nos lo abre, huele el corcho¡¡, y da a probar en unas copas correctas;
pero es que cuando pedimos la segunda botella y hace la misma operación, al oler el corcho pone cara rara lo da a probar y comenta "algo ácido, verdad?", y efectivamente el vino sin estar malo tenía una acidez excesiva que no tenía nada que ver con la primera botella.
Nos cambió la botella sin problemas, y ante nuestra extrañeza,al preguntarle, nos comentó que había estado trabajando en Pamplona en un hotel de lujo y que allí había aprendido a degustar los vinos.
Lástima que la cocina parezca bastante convencional, y que la carta de vinos sea casi por completo de riojas, pero al menos sorpresas así hacen que una cena sea mucho más agradable

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