Hacía ya tiempo que había leído la valoración de Flinto y me rondaba la cabeza visitar este restaurante. El rollo de ecológico, de biococina, etc, solo lo veo un reclamo más. Necesito probarlo y saber que realmente lo que se está cocinando allí está bien cocinado, bien presentado y tiene una buena calidad. Con esta mezcla de escepticismo y verdadero interés nos plantamos en el restaurante un miércoles por la noche, con lo que cenamos muy tranquilos.
El local tiene su encanto, con esa falsa ventana a la montaña que da cierta atmósfera sosegada, el color verde para recordarte que estás en un sitio muy "eco"... pero oye, funciona y te sientes bien. El servicio es amable, atento y te hace sentir a gusto. Se trabaja con un menú en pro de la calidad de los productos que, según nos cuentan, son ecológicos y de temporada, lo que dificulta tener una carta al uso. El menú son 25€ y tiene muy buena pinta así que no rechistamos y nos dejamos hacer.
Empezamos un carpaccio de tubérculos con viagreta de sanguina. Un aperitivo ligerito pero que ya empieza a mostrar lo que vas a encontrar. Todo muy natural, buen equilibrio de sabores y buen uso de vegetales. Seguimos con una ensalada de brotes con hueva de sepia... Nada menos que 25 especies distintas de brotes, flores, frutos... Un plato realmente bueno, eso sí, para los amantes de los vegetales. A mí me encantó ir descubriendo los diferentes sabores, hay que comerla muy poco a poco porque es un verdadero juego de aromas, sabores, texturas... Como aficionado a la botánica que soy, me entraron ganas de separar y clasificar cada una de las hojas, tallos, brotes y flores. Si no te va el rollo de ecológico... también está muy buena, en especial las yemas de pino, los brotes de guisantes o las hojas de roble.
Seguimos con una versión de sushi muy rica, donde se sustituye el pescado por una kennel de patata sobre la que se depositan distintas semillas, entre ellas de wasabi y algunas algas arame. Un entreplato (como la llaman ellos) muy divertido.
Luego llegó el huevo a baja temperatura con cabello de ángel trufado (a mí tampoco me gusta el cabello y me lo comí todo), unas migas de trompetillas de la muerte, Boletus edulis y todo regado con un consomé muy rico. Un plato muy muy rico y realmente original, y eso que ya me estoy hartando de los huevos a baja temperatura.
Pasamos a un cous-cous con unas berenjenas de estilo libanés y lleterola de cordero. Otro entreplato que estaba realmente bueno, con ese toque ahumado de las berenjenas, la textura de la lleterola y el cous-cous. Muy bueno.
En el menú se da a elegir entre una carne y un pescado. Probamos ambos platos. La caballa sobre cama de quinoa y ensalada de algas con espárragos marinos (no los había probado nunca y me encantaron), en su punto. Un plato fino, de sabores delicados y equilibrado. El carne de buey marmolado muy rica, potente de sabor y bien ejecutada.
El postre es lo que menos me gustó. Una tierra de chocolate con un cremoso, harina de gofio, laminas deshidratadas de fresas y calabaza y un juego de frutos del bosque al que llaman suspiros. El postre no estuvo a la altura, pero tampoco está mal.
Como mi acompañante no bebió vino, tomé vino por copas, un blanco de cultivo ecológico, muy rico que maridó perfectamente con toda la cena. Las copas no están mal y el servicio es atento, sin florituras pero eficiente.
En resumidas cuentas, si te va el rollo de lo ecológico, la biococina, etc, disfrutarás como un enano. Si no... también. Volveré y no tardaré mucho en hacerlo.