Menú decente en pleno pirineo

Bonito enclave para este restaurante, de corte tradicional, aire rústico, y decoración modesta, el servicio es eficiente, aunque la persona que nos atendió no regalase ni una sonrisa. Básicamente el restaurante vive del menú del día, aunque dispone de carta, al ir en un grupo numeroso, no tuve mucha capacidad de elección y acabamos decantantándonos por dicho menú, que dependiendo de la elección, fue mejor o peor. De lo que probé, a destacar la ensalada con pechuga de pularda y queso de cabra de Saravillo, francamente buena, y una sopa de pasta que fue todo lo contrario, simple y con exceso de sabor a apio. De los segundos a elegir, unas manitas de cerdo al chilindrón bastante decentes, y un rabo de toro, de calidad razonable, además dispone de otros platos más básicos y comunes en este tipo de menús, como macarrones, o bistec (ambos discretos). De postre un yogurt casero y natural de Saravillo, muy bueno.

Carta de vinos razonable para el tipo de establecimiengto, con posibilidad de llevarte las botellas de vino a precio reducido (ligeramente superior al precio de tienda, pero tampoco demasiado caro), el menú incluía un Mingua Joven.

Total: 20 € por persona, incluyendo los 12,50€ del menú, cafés, y una cerveza y una croqueta casera (sensacional) que tomamos en la barra.

Si estás en la zona (no merece mucho desvío la verdad), y es la hora de la comida, se puede ir, pero tienes que acertar.