No hay duda: estamos ante un pedazo de cocinero

Después de comer en este restaurante las pasadas navidades, prácticamente solos en su comedor y considerarlo como la gran sorpresa gastronómica del año, este verano hemos vuelto a repetir con el local totalmente lleno, pero no por ello la calidad se ha resentido, más bien al contrario.

La cocina de Antonio es clásica, basada en los excelentes productos del mediterráneo y la sierra granadina, con excelente pescados, mariscos, arroces y carnes, pero tanto en las jornadas gastronómicas estacionales que organiza y fuera de ellas si se le encarga, da rienda suelta a su portentosa imaginación y nos deleita con un menú degustación como el que vamos a comentarles:

-Cóctel lujoso de mariscos: un entrante complicado pero genial. En una copa de cóctel una serie de moluscos (mejillones, almejas, berberechos) y chipirones, macerados en un semiescabeche con un punto dulce y coronado por finas láminas de pan de oro. ¡Genial! Un bocado que desde luego no deja indiferente a nadie.

-Ensalada diferente de setas escabechadas y mozzarella de búfala: de nuevo un plato arriesgado por su tremenda mezcla de sabores, pero este nos gustó menos pues era demasiado botánico, nos recordó a la cocina de R de la Calle, demasiada planta para nuestro gusto. Lo que menos nos convenció.

-Huevo frito con espichás: su gran creación, su plato estrella. Un huevo frito-cocido a baja temperatura dentro de una lata de conservas con un boquerón en “espichá”, una preparación típica de Motril que consiste en dejar el pescado secar varios días. Alucinante la textura del huevo, casi una crema, y el sabor del boquerón salvaje, con una persistencia sápida difícil de igualar. Un plato de antología, digno del mismísimo Bulli.

-Vieira con parmentier de puerros y huevas de trucha: de nuevo vamos con el triunfo de la sencillez, magnífico producto, perfecto el punto y fantástico ese cremoso parmentier que la acompaña, con huevas de trucha rematándola.

-Arroz de marisco encostrado: un arrocito estilo “abanda” con una base de caldo deliciosamente marina y ligeramente horneado dejando una crujiente costra. Sencillamente extraordinario.

-Bacalao tibio con crema de coliflor y chocolate blanco: la textura del pescado absolutamente inmejorable, el punto perfecto y sobre una delicada crema de coliflor con el balance dulce-amargo del chocolate blanco. Para repetir hasta reventar.

-Taco de buey con foie a la sartén y verduras con soja: preparación sencilla que se basa en la calidad de la carne, el inmejorable punto del foie –algo que Antonio domina- y unas crujientes verduras con soja. Jugoso, sabroso, realmente bueno.

-Vaso de ciruelas con mascarpone y bizcocho seco de chocolate con café: dos postres mejor que uno y cada cual distinto y delicioso. El vaso de ciruelas un pecado venial con un mascarpone cremoso y un bizcocho como deben ser los bizcochos, a la antigua usanza, jugoso y contundente. Final de traca.

En fin, que si en diciembre comimos de cine ahora en pleno agosto lo hemos hecho igual o mejor, con la dificultad añadida de un restaurante hasta los topes, tanto en barra como en comedor, lo cual nos demuestra que tanto por esto como por lo que hemos podido probar en su “alter ego” del Sangacho estamos ante un cocinero como la copa de un pino.

La carta de vinos no ha cambiado y sigue siendo algo corta pero suficiente en su oferta para la mayoría de la gente, la verdad es que viendo al público beber tintazos en agosto con arroces y marsicos…te das cuenta de que es lo que hay. Los vinos están conservados en cavas y las copas son más que correctas al igual que el servicio tanto de este como de las mesas, haciendo perfectamente su trabajo con un lleno total. Los precios de los vinos además nos parecen bastante ajustados. Como en la vez anterior llevamos nuestras botellas comenzando por un originalísimo Moscatel Jaraiz seco 2001, un moscatel de la Axarquía elaborado a la vieja usanza, un extraordinario Ökonomierat-Rebholz Kastanienbusch Riesling 2001 en un perfecto momento de consumo, una deliciosamente mineral cuvée Grusse en Billat 2008 de Ganevat, esa soberbia garnacha de Gredos que es Peña Caballera 2009 y el vino de los vinos, el Moscatel Toneles de la saca de 2006, la saca de este vino que está más cerca de lo que hay en la bota más vieja, más cerca de lo que hay en el cielo. Lo cierto es que bebiendo así, una magnífica comida se acaba convirtiendo en una sesión inolvidable, siempre agradecemos a los restauradores que nos dejen llevar nuestro vino y desde luego que en este caso así lo remarcamos. Terminamos con un GT (al final nos vamos a aficionar) de The London Nº 1 preparado por el propio Antonio y que estaba fantástico.

El Conjuro es un oasis gastronómico situado en un tranquilo pueblo marinero cercano a Motril y que desde luego que ha entrado en nuestra agenda de visitas imprescindibles año tras año, y al que pensamos seguir acudiendo. Porque aquí no solo comemos de maravilla sino que nos sentimos a gusto, casi como en casa, disfrutamos de la buena mesa en mejor compañía. El precio de este menú: 55 euros. Pena que haya 500 km desde Madrid…

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