La gran sorpresa del año

En la calle principal de una localidad no muy turística de la Costa Tropical granadina se encuentra un bar que si no se conoce lo que hay dentro, puede pasar desapercibido. Bajamos la escalera y vemos una gran barra muy bien puesta, además de un pequeño comedor muy acogedor con las mesas muy cuidadas tanto en vajilla como en mantelería y ya algo nos hace sospechar que no estamos ante el típico restaurante de la zona.

La cocina de este local es sorprendente, de trata de una interpretación en clave moderna de los productos que nos ofrece el cercano mar y la igualmente cercana comarca alpujarreña, pero con el toque personal de su cocinero, un verdadero artista. Nos propuso un menú degustación al que accedimos y que constó de los siguientes platos:

- Gambas con kikos y airbag de jamón (magnífica gamba roja recubierta de unos crujientes kikos y una curiosa reinterpretación del bocadillo de jamón. Ricos snacks)
- Corazones de alcachofa con jamón y parmesano (o como con tres ingredientes digamos habituales se puede hacer algo tan delicado y delicioso)
- Mejillón tigre deconstruido (tremendo, mejor incluso que el David Muñoz de DiverXO. Para repetir hasta no poder más)
- Crema de espárragos verdes con huevo a baja temperatura y tuétano (textura absolutamente sublime, cremosa, llena de sabor, buenísima)
- Bacalao confitado a 65º con 4 quesos (el bacalao es mi pescado preferido y lo pido en muchos restaurantes. Hasta ahora no lo he tomado mejor de punto que aquí. Perfecto)
- Medallón de rabo de toro (la clásica receta presentada en un medallón deshuesado, rico, jugoso y delicado)
- Fresas estofadas al vinagre balsámico (un pecado venial)
- Semifrío de tofee con botón de chocolate caliente (rico, rico, rico….)
- Sopa de kiwi con brownie (contundente mezcla de sabores llena de encanto)

En fin, que quieren que les diga, pero la cocina de este restaurante en Madrid sería de estrella Michelín, tanto por su originalidad, como por su calidad y su presentación.

La carta de vinos es un tanto corta, tiene alguna cosa interesante pero está muy por debajo de la cocina. Muchas veces se dice que es lo que demanda en cliente, pero nos parece una pena que una apuesta tan sorprendente en cocina no se acompañe con una propuesta igual de transgresora en el capítulo de vinos. Poco a poco, pero es algo que deberán tener en cuenta. De todas formas y como comíamos con un conocido de la casa nos dejaron llevar el vino sin cobrar descorche y bebiendo maravillas como el Pierre Peters Les Chetillons 2002, La Bota de Manzanilla Pasada Nº 10, un Cuvée Frederic Emile 2004 de Trimbach, un Château Beychevelle 2004 y un Gessinger Zeltinger Sonnenuhr Auslese 1990, lo cierto es que la comida fue de las que se recordarán por mucho tiempo. La vajilla y las copas a la altura, nos pusieron unas excelentes Mikasa Open-up tannic, así como el servicio del vino y mesas, amable y con rigor, además el cocinero nos fue explicando los platos uno a uno.

Pues así son las cosas, en un local que por fuera pasa desapercibido, en una localidad que no está entre las más turísticas de la zona nos llevamos la más gratificante sorpresa gastronómica del año 2010, algo que cabía esperar tras haber cenado este verano en su segundo local (Sangacho) pero no hasta los niveles a los que llegamos. Un restaurante imprescindible en la zona, recomendable a ciegas para todo aquel que tenga unas mínimas inquietudes culinarias. Ah, y el menú fueron 55 euros. De verdad, impresionante. Volveremos todas las veces que podamos.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar