Curiosísimo local, con dos salas principales, una interior y otra exterior. La decoración de la interior es temática: champagne Veuve Clicquot. La de la exterior, que fue donde estuvimos, es indescriptible (¿quizás Art Decó?). Al margen de la decoración, que me encantó, se trata de un espacio amplio, abierto, luminoso.
Un restaurante con atmósfera limpia, fresca, joven.
Correcta separación entre mesas y comensales, calidad en el equipamiento y detalles que suman: aceitito, variedad de panes, de azúcares.
Aventajada cocina fusión, sin complejos ni prejuicios, que contempla tanto creaciones mediterráneas como internacionales. Destaca en la carta la presencia de la carne de buey de Kobe.
Tomamos:
-----Entrantes:
• Empanada criolla. Picantilla, sabrosa.
• Alcachofas frescas salteadas con jamón ibérico y foie. Cuando una alcachofa es fresca y se trata bien, es una delicia.
• Pulpo a la brasa. Buen pulpo, textura adecuada y ese toque del carbón…
• Croquetas de pollo al curry. Cargaditas, cargaditas de curry. Olimos el curry ya cuando el camarero entró en sala. Una locura.
-----Principal
• Corvina a la brasa. Perfecta.
• Hamburguesa de Kobe. Gruesa y jugosa, reventaba de sabor. Excepcional.
-----Postre
• Tarta de la abuela. Base de galleta, capa de flan de chocolate y cubierta de merengue. Muy rica.
Carta de vinos atractiva, bien servidos. Nos ofrecieron decantar el prioratí L'inconscient que pedimos (lo rechazamos pero agradecimos). Antes habíamos tomado una copita de algún chardonnay patrio que no recuerdo y posteriormente una de px con cuyo nombre tampoco me quedé.
Servicio amable y profesional.
Volveremos, y con frecuencia. Estuvimos realmente a gusto.