Supongo que fue antes la tienda delicatessen que el restaurante, en cualquier caso ambas opciones hay que visitarlas.
La tienda es una gozada para los sentidos, quesos, pastas, panadería, te van abriendo camino hacia el restaurante que esta en la primera planta, con unas magnificas vistas a la calle Graben.
Mesas separadas, amplias y bien vestidas, nada habitual por estos lares, lo de amplias.
Servicio atento y correcto.
Carta corta, pero atractiva, desde una suave crema de langosta hasta el más típico de los schnitzel, pasando por unas ostras frescas o el plato del día.
Carta de vinos amplia…y cara, muy buen servicio de vino, cristaleria Riedel, impecable.
Espectacular la carta de tes y cafés. Igual con la carta de espirituosos, pero mejor abstenerse, una copa servida con medidor, no es una copa, es un asco.
Al final, a la vuelta de la esquina, un wine bar de la misma cadena, de llorar.
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