En esta valoración podría divagar y disertar unas cuantas lineas sobre lo que se espera o se pretende al visitar el "segundo restaurante" de un gran cocinero. Pero como esto podría ser muy largo y excesivamente tedioso, tanto para mí como para un posible lector, trataré de hacer un resumen.
Cuando visité el por entonces El Poblet, Quique Dacosta me pareció un cocinero excelente del que quedé prendado al segundo plato. Cuando supe que iba a abrir un par de restaurantes en Valencia capital me dije que habría que ir a visitarlos y conocerlos. Luego escuché que no iban a tener mucho que ver con el restaurante de Denia, sino que iban a ser unos bares de tapas con un concepto gastronómico más elevado.
Crucé los dedos porque creí haber entendido el concepto y, a la vista de lo vivido el miércoles pasado, estaba en lo cierto. Jamás compraría un Fiat pensando que pertenece al grupo Ferrari, como no visité el ya desaparecido Fast Good de Ferran Adrià, pensando que iba a comer las hamburguesas de El Bulli.
A lo que vamos. Acudí a Vuelve Carolina desnudo de toda predisposición a encontrarme con el restaurante de Quique Dacosta, aunque algo predispuesto a encontrar un gran servicio dirigido por Manoli Romeralo.
El local es bonito, algo frío tal vez, pero a mí me gusta este punto moderno de techos altos, diseño nórdico de paredes tapizadas de madera y una larga barra en la que me podrán encontrar mis amigos a menudo.
Buen detalle el de la recepción inmediata por parte de una simpática camarera que, rápidamente, nos acomodó en las mesas del fondo, donde las sillas no son demasiado cómodas pero se está más tranquilo. Esos jardines verticales me encantan y ayudan a crear una atmósfera más cálida.
Optamos por comer a la carta pero al tercer plato escogido nos dijeron que estábamos eligiendo los platos del menú degustación, así que aceptamos el cambio a dicho meú de seis tapas, más dos dulces, por 20€.
El primer plato que sale a la mesa es una ostra de Guillardeau escabechada, presentada en un plato-lata de conserva. Me gustó la presentación y, si bien al principio esperaba encontrarme una ostra al natural, cosa que me defraudó en un primer momento, la textura y el sabor estaban muy conseguidos así que, abrimos la mente y la verdad es que el plato me gustó mucho. Pizza al revés, un plato sencillo formado por una ensalada con queso y jamón (por cierto muy bueno el jamón y el queso, que creí adivinar Torta del Casar, pero que se me olvidó preguntar), sobre la que se dejan caer unos galletas estilo craquers. Correcto y con un punto divertido. La tosta de setas es el único plato que no nos gustó, más que por el concepto, que era bueno, por la ejecución. Las tostas salieron algo aceitosas e informamos sobre ello. Al parecer no volverá a salir este plato que, posiblemente, en banco de pruebas sea muy rico, pero en un servicio algo movido pueda ocasionar estos problemas.
Seguimos con unas navajas sencillamente presentadas y de buena calidad, muy ricas, como lo estuvieron unos langostinos rebozados, de buen calibre, en salsa romescu.
El huevo poché con morcilla y migas fue, tal vez, el mejor plato de la noche. Suena contundente y, sin embargo, es un plato ligero, cremoso y excelentemente presentado.
Acabamos con un monte nevado de café, correcto, pero al no ser muy amante del chocolate me dejó algo frío, y una gianduja de cítricos que me encantó. Buena presentación y muy refrescante.
En cuanto al servicio del vino decir que la carta está muy bien escogida, como lo están los vinos por copas. Es bueno preguntar qué tienen fuera de carta, pues puedes llevarte una grata sorpresa. Nosotros escogimos vinos por copas: La Panesa para empezar, copa de Champagne Piper-Heidsieck y Dr. Bürklin-Wolf Ruppertsberger. Todo servido en unas buenas copas y sin que faltara en ningún momento la más mínima atención a la mesa.
En definitiva, si buscas comer en un restaurante de estrellas Michelín, detente. Si quieres ver lo que se puede hacer en un bar de tapas de calidad con unos precios más que razonables, adelante.
Tengo ganas de visitar Mercatbar, pero mi religión me prohíbe hacer cola para entrar en un restaurante. Cuando baje la euforia de la apertura no dudaré en visitarlo.