Muy recomendable a pesar de su ubicación

Aunque bien mirado, su emplazamiento le aporta ciertas ventajas, como una enorme terraza con jardín bastante acogedora, un parking amplio (siempre que se tenga conductor dispuesto a no beber), o incluso el poder criar sus propias reses en unas instalaciones anexas, o eso tengo entendido. El interior es más bien funcional, pero tiene cierto estilo, en una combinación sin fin de madera, hormigón, cristal de un ventanal que preside uno de los laterales de la sala y que da al jardín antes citado, rematada con las canalizacioens metálicas de la ventilación, que unido al granate de las paredes tanto exteriores como interiores, hay que reconocer que le da cierta intensidad. Aunque debido posiblemente, al carácter más bien familiar del restaurante, tampoco hace que sea molesto. Eso sí, en días frios, como fue el caso, los servicios son una auténtica experiencia ártica. El servicio es cordial y eficaz, no desentona con la naturaleza del sitio.

Carta de vinos descompensada, con una presencia abrumadora de tintos del Somontano, salpicada con otras DOs aragonesas, y las dos de siempre, blancos, poco más de media docena, precios casi normales, servidos calientes, en el blanco, un 12 Lunas(14€), lo corrigió la cubitera, en el tinto, un Tres Picos (19 €), debería haber pedido que me la dejaran un par de minutos. Voy a ser crítico con el vino, ya que al apuntar maneras su cocina, aunque ésta sea más bien popular, es un aspecto al que debería prestarle un pelín de atención.

Carta tradicional, la cual se puede ver incluso valorada (detallísimo que deberian imitar muchos sitios) en su web, pedimos una serie de primeros a compartir, empezando por 2 racioens de canelones de txangurro sensacionales (a 13,50 € cada una), tuvieron el detalle de sacar un canelón extra sin cargo, ya que éramos 5 y la ración llevaba 2, una ración de pulpo a la brasa (16,50 €) que tenían fuera de carta, acompañado de tomate frito casero que le daba un punto distinto al habitual, aunque la textura del pulpo no me convenció, que aun tierno y sabroso, era como se deshiciese en fibras y una ensalada de chipirones (estos parecían encebollados) diferente (8 €). De platso principales, opté por el timbal de conejo escabechado con guiso de caracoles, muy bueno (12,50 €), pude probar el solomillo de cerdo al alioli de miel y cebolla caramelizada, sencillo pero también muy bueno (10,50 €), y unas chuletas de cordero a la brasa como deben ser, cortadas de a dedo y rosadas por dentro, no el clásico torrezno de cordero que sirven con asiduidad (14,50 €), y aun siendo cordero y no ternasco, de buena calidad, además de un rodaballo a la brasa también rico aunque escaso en cantidad (16,50 €). Los postres dignos, mención especial al flan de ceps con helado de queso de La Peral, aunque más por el helado (el queso es del estilo a los azules) que por el flan.

Total 195,30 de 5 personas, incluyendo, copa de Baines (5€), carajillos varios a 2,50 €, manzanilla a 1,50€, chupito de Cardhu a 3,50 €, y lo comido y bebido ya reseñado.

Para volver sí o sí, de hecho, fue para celebrar el cumpleaños de mi padre, y dudo que le quitemos de la cabeza volver el año próximo para tal evento.

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