Restaurante Restaurante La Corza Blanca de Veruela en Vera de Moncayo
Restaurante La Corza Blanca de Veruela
País:
España
Provincia:
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
15,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
15 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
4.7
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
-
Comida COMIDA
4.0
Precio medio entorno ENTORNO
7.0
RCP CALIDAD-PRECIO
4.0
La Corza Blanca de Veruela Restaurante KM0 Slow Food
Todos los Santos en el Restaurante La Corza Blanca
Todos los Santos en el Restaurante La Corza Blanca
Todos los Santos en el Restaurante La Corza Blanca
Opiniones de Restaurante La Corza Blanca de Veruela
OPINIONES
1

Conocido restaurante a los pies del moncayo, en plena puerta del Monasterio de Veruela, de hecho comparten aparcamiento. El emplazamiento es inmejorable (de ahí la valoración del entorno), para hacer una escapadita de día desde la capital maña, y visto que era el único del que teníamos referencias, parecía que la elección era inapelable.

La sala del restaurante parece un merendero venido a más, al que han acristalado, y dotado de ciertas comodidades e infraestructuras, aun así, como tabiques y cristales son más bien precarios, los días de invierno más fríos, la ropa de abrigo no sobra, de todas formas, si eres consciente de a donde vas, es decir, un restaurante popular de montaña, puede ser hasta aceptable, que tampoco es que nos pelásemos de frío.

El servicio, simple y llanamente desbordado, la sala abarrotada, y llevado por 3 personas, de las cuales una se dedicaba prácticamente a pasear por la sala, y desarrollar tareas menores (levantar las mesas y montarlas, reponer agua y bebidas, y poco más), y la otra a recibir, servir postres y ya, la tercera, es la que llevaba toda la sala, tomaba todas las comandas, coordinaba (si es que en algún momento existió la coordinación) y servía la mayoría de platos a la carrera, y cuando digo carrera, me refiero a esprintar. Para hacernos una idea de como fue la situación, llegábamos al restaurante a las 14:05, con media docena de mesas libres, aun así nos dijeron que teníamso que esperar 10 minutos, cosa que hicimos en la barra de apoyo de la sala, pasado ese tiempo, nos sentaron, nos pusieron sin pedirlo, agua, tinto (joven de Bodegas Ruberte, Campo de Borja, evidentemente) y gaseosa, y nos dejaron las cartas, pasados los 20-25 minutos de espera, y viendo que estaban ya sirviendo a mesas que había llegado considerablemente después, empezamos a reclamar atención -y eso que estábamnos en la misma entrada a la sala y zona de paso obligado-, aunque sólo fuera para tomar la comanda de la niña -de dos años y medio- y que estaba pidiendo a gritos la comida -con lo mala comedora que es...-, que amablemente -todo lo que se puede hacer mientras se pasa corriendo-, nos contestaba que enseguida estaba con nosotros -incluso llegó a dejar la libreta de pedidos, para luego volvérsela a llevar a la carrera -. En dicho periodo de espera, nos dió para incluso ver situaciones curiosas, como el grupo de 8 personas, que llega, y le mandan esperar en el bar contiguo, para acto seguido, llegar otro de 9, situarlos en una mesa, y cuando pasado un cuarto de hora, vuelve el grupo de 8, decirles que están completos, que tiene que esperar 20 minutos, en ese momento yo ya me estaría descojonando, si no fuese porque el grupo de 9 ya estaba comiendo, mientas nosotros dábamos cuenta de la primera botella de vino, y el cesto del pan, esperando para pedir. Esperpéntico, gracioso, pero esperpéntico. Pero la cosa, aun no había acabado ahí, cuando al fin llega a nuestra mesa, aproximádamente las tres de la tarde, nos suelta, sin preguntar siquiera que queríamos (si carta o menú), que sólo tiene ensalada y ternasco del menú, y que para la niña nos sacaba ya unas croquetas, proque no tenía nada más, y que para compensar la espera, iba a hacer todo lo posible por encontrarnos un plato de migas, para que compartiésemos al centro, y que tanto uno como otro iban por su cuenta. Para habernos levantado, si no fuese porque la niña estaba ya que se hubiese comido un gato vivo. Aceptamos, a partir de lo cual, el servicio ya fue más fluido.

La comida, pues bueno, aunque nos hubiesen preguntado, la carta la hubiésemos descartado -valga la rebuznancia- vistos los precios (primeros de más de 10 €, como 12 de unas pochas, y segundos inflados) y todas las circunstancias, además, el menú disponía de ternasco asado, y por 15 € parecía razonable. La ensalada que nos tocó comer, sin historia, las migas que compartimos, no estaban mal a pesar de carecer de cualquier matanza, y el ternasco, creo yo no tan ternasco y más bien cordero, no era de mala calidad, aunque le sobraban 15 minutos de horno, y dos dedos de aceite en el plato, podría haber estado bastante bueno (por sabor, calidad -tierno aun con el exceso de fuego y nada de cocido, y cantidad-, si, creo nuevamente, la cocina no hubiese estado tan desbordada como la sala. Los postres ni los recuerdo, la verdad.

Resumiendo, si vuelvo a ir, y lo encuentro medio vacío, quizás entase, en cualquier otra circunstacia ni de coña. Eso sí, la barra de la cafetería del restaurante, no tiene nada de mala pinta, contextualizando, claro.

PS: La risa máxima ya fue, cuando después de decidir que teníamos que comer, vimos servir pochas, ajoarriero y chuletas de ternasco (otra sd elas opciones del menú) a mesas atendidas después de nosotros.

PSII: Local adscrito a la iniciativa Slow Food. Si en el fondo son unos cachondos... :D

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