Un nuevo “wine bar” en Madrid

Situado a dos pasos de la plaza de la Ópera (ahora en obras como casi todo en Madrid), se trata de un amplio local presidido por un comedor diáfano y luminoso flanqueado por dos barras, una de vinos y otra de coctelería, con un comedor privado en un fondo. Diseño moderno y cómodo, respirando vino con su bodega acristalada y por las múltiples botellas que lo decoran.

La cocina se ofrece en dos espacios, en el comedor a la carta o de menú del día (por 12 euros y de lunes a viernes a mediodía) y de tapas en barra y en las mesas junto a la barra, opción que finalmente escogimos. La oferta es amplia pero necesita asentarse pues los platos tuvieron un desarrollo irregular, con un pulpo en vinagreta muy bien hecho y aliñado, unas samosas de bacalao y espinacas ricas pero algo grasientas, unas albóndigas de cordero jugosas y compactas, sin la miga de la que tanto abusan muchos restaurantes, como platos satisfactorios; Un arroz negro muy denso y algo duro y una hamburguesa “cangre burger” que no nos dijo nada, además de una ensaladilla rusa sin mucha historia como platos menos satisfactorios. No tomamos postre. Lo dicho, deben ir asentando la calidad de la cocina si quieren competir con las mejores tabernas vinícolas de la capital.

La oferta de vinos sí que está a la altura, con un buen tablón de vinos por copas (de lo mejorcito que hemos visto últimamente en Madrid) y una carta bastante completa, basada en producto nacional, con una interesante lista de Borgoña tinta y blanca y una igualmente loable gama de vinos de Jerez por copas y botellas, amén de la soberbia gama de champagnes de Billecart-Salmon. Obviamente elegimos dos copas de Manzanilla Pastrana y una botella de Billecart Brut Reserve por 40 euros, un precio bastante correcto, algo que se cumple en el resto de la carta. Correcto menaje y cristal, servicio amable y que hace bien su trabajo. Terminamos con un mojito que no nos convenció en exceso, este es otro apartado en el que deben mejorar, pues cada vez tiene más importancia.

Así pues, un nuevo local que apuesta por el vino en Madrid, con una presentación espectacular y una oferta vinícola de lo más interesante tanto por copas como por carta, pero que debe asentarse en el apartado cocina para ponerse a la altura de las mejores tabernas vinícolas de Madrid, algo que pensamos lograrán con el tiempo. Cuando pase un prudencial tiempo volveremos a ver qué tal. Igual cuando acaben las malditas obras...

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