En una preciosa casa rural de uno de los más hermosos pueblos de Castilla, Frías, localizamos este restaurante.
El edificio, está perfectamente rehabilitado y equipado. En la planta calle tiene un bar, bien montado, luminoso y con unas excelsas vistas al valle existente a los pies del pueblo.
Sin embargo el restaurante se encuentra en una planta más abajo, y aunque también tiene luz, no disfruta de vista alguna.
Pequeño y coqueto, decorado respetando la rusticidad obligada pero incorporando detalles modernos. Las mesas no están excesivamente justas, pero no tienes sensación de desahogo.
Cocina casera, regional. Puedes elegir entre tres o cuatro menús.
Probamos casi todo, y nada estaba bueno.
No se si dimos con un mal día. Se percibía que el servicio no estaba motivado en absoluto. Desganado, sin interés, lento… con el agravante de que estábamos solos.
Carta de vinos cortísima y sin servicio alguno.