De moda

está este restaurante en la ciudad, y se entiende, porque aúna un diseño fashion total con una buena cocina. El local es amplio y una grandes cristaleras permite ver la ría, la ópera y la gran noria instalada no hace mucho tiempo.
La distancia entre mesas es amplia y las sillas son muy cómodas. No hay techo, con lo que queda un gran espacio diáfano ocupado por una preciosa lámpara.
Comimos bien, de entrante una conseguida ensalada de pato,y de plato fuerte yo un excelente filete en su punto con una rica guarnición de patata al horno y tomate con cebolla. Este último muy bien presentado, fileteado y alternando 2 tipos de tomate, rojo y más amarillo, con la cebolla, lo que estéticamente quedaba fenomenal.
Otros comensales tomaron bacalao fresco, ravioli vegetariano y carne estofada. Todos los platos sabrosos y muy bien preparados.
Menaje y copas muy correctas (Spiegelau), atención profesional y colaboradora (la camarera se esforzaba por chapurrear algo de castellano).
Carta de vinos amplia, con preponderancia de caldos franceses. Bebimos un ¡Viña Arana del 2000!, que estaba a 60€ la botella, lo cual, visto lo visto por aquí, me pareció razonable.
En resumen, una muy buena opción para hacerse una idea de un restaurante sueco moderno, de diseño y con buen producto y manejo del mismo.