Después de un año cerrado, ha vuelto a abrir el restaurante con más solera del pueblo. Con nuevo cocinero vasco, los platos no acaban de salir como debieran, tal vez debido a que lo visitamos en plena fiesta mayor. Sin pretensiones, con un público totalmente local (residentes más los visitantes estivales). Local muy amplio que, a pesar de ello, se queda pequeño en fiestas. Carta muy corta con platos tradicionales de la zona. Mesas muy juntas en la zona del bar y más separadas en la zona de restaurante. Servicio claramente insuficiente en fiestas, aunque voluntarioso. La carta de vinos... mejor cerveza.

Cenamos un día a la carta: Sopa de melón con crujiente de jamón (con un chorreoncito de nata líquida en el centro y el jamón ni crujía ni ná de ná) y perca con salsa de PX (con tanto jamón como perca del Nilo, la cual estaba a medio hacer en algunos puntos) a compartir (plato más que generoso). Con 2 refrescos, un agua pequeña y una caña, salimos a 12,40€ por cabeza.

Sin duda, su fuerte son las raciones. Una ración de croquetas de pollo y una ración de fritura (pijota, calamares a la romana, chocos, gambas en gabardina y algo de ensalada para adornar) son suficientes para que tres personas almuercen sobradamente por unos 8 euros por cabeza, teniendo en cuenta que, además, con cada bebida te ponen una tapa. No hay medias raciones, por lo que hay que vigilar muy mucho lo que se pide. Algunas raciones son realmente pantagruelicas.

Si alguien se pierde por Cambil, es la mejor opción a fecha de hoy.