Al leer los comentarios favorables en un conocido blog nos decidimos a visitar este restaurante. Por desgracia escogimos el menú degustación caro (65€) y encima el maridaje de vinos (35€). Ya empezamos mal cuando tal menú, descrito como “menú sorpresa del día con los mejores ingredientes nórdicos” de sorpresa no tiene nada, son platos de los otros dos menús. Seguimos mal cuando te das cuenta de que el maridaje de vinos se acerca a una tomadura de pelo aunque esté hecho con muy buena intención: 35€/5 vinos = 7€ por vino. Con cada una de mis copitas casi pueden comprar una botella de cada uno de los vinos probados (Ejemplos: Pardas rosado sumoll o Pedro Ximénez Néctar). Finalmente, y eso es culpa mía, quizás es absurdo ir a un restaurante de “nueva cocina escandinava” o “alta cocina nórdica” cuando no se conoce la base tradicional de tal cocina (mi experiencia es bastante escasa, sólo 4 días en Helsinki hace unos años); me imagino que es como si un extranjero viene a España y sólo visita El Bulli. Respecto a la comida: por supuesto que se ve una elaboración y presentación muy cuidadas, pero con alguna excepción (algunos snacks, las “Texturas de salmón”) el conjunto me pareció falto de alma, por expresarlo de alguna forma; es decir, muy bien estéticamente pero con los sabores perdidos entre una mezcla excesiva de ingredientes, salsas…El pan de cebolla confitada de pena (me pringué las manos de aceite). Y para acabar un ritmo de servicio lentísimo (entramos a las 9 y salimos pasadas las 12:30). Pero que conste que esto es una opinión muy personal frente a la opinión de un experto gastronómico como el señor Philippe Regol.