Apartado del mundanal ruido se encuentra el pueblo de Tronchón, famoso por sus sabrosos quesos. Es un pueblo pequeño al que nos recomendaron acudir para probar la cocina de Casa Matilde, una casa de pueblo que Matilde ha acondicionado relativamente bien como restaurante. La entrada a la casa ya te indica lo que allí vas a encontrar. Un estrecho pasillo que lleva a una pequeña sala de estar, con antiguos sillones, una tele vieja un vídeo VHS...
Comimos en el sótano de la casa, fresco y amplio, aunque lleno de gente. La cocina es tradicional, basada en los guisos y las recetas que Matilde elabora como antaño, aunque tampoco pierde un toque de modernidad. Pedimos todo al centro para probar las distintas elaboraciones, así que los primeros salieron en unas enormes soperas de donde nos fuimos sirviendo.
Al llegar a la mesa te encuentras con un jamón bastante decente y un queso Tronchón muy bueno, además de un tomate suculento y un poco de pan. A partir de aquí empieza el menú...
De primero probamos una sopa de cocida sin demasiado que destacar, unos garbanzos con ajoaceite bastante ricos, mejor sabor que cómo suena el plato en sí y judías con perdiz, un plato contundente, con sabor y muy rico.
De segundos probamos un rabo de todo exquisito, carrilladas con salsa de almendras que no acabaron de convencerme; el conejo no lo probé pero me dijeron que estaba muy rico y el solomillo de cerdo con salsa de almendras también muy rico.
De postre probamos cuajadas de leche de oveja de turrón, de chocolate y la clásica, también requesón con miel de romero muy rico y flanes caseros bastante buenos.
El servicio es de batalla y da poco juego, así que no hay que pedirles demasiado, tan solo rapidez (y esto lo cumplen).
No existe una carta de vinos, sino que en el menú se incluye un vino de la casa bastante infame que a duras penas se puede arreglar con gaseosa. Así que en este apartado dejaremos aparcado esta casa de comidas.

Un opción interesante si te encuentras por la zona.