Apartado del mundanal ruido se encuentra este hotel del Monasterio de Tejeda. El restaurante del mismo es interesante, si te encuentras por la zona y quieres probar algunos platos más tradicionales pero con cierto aire renovador.
El restaurante es amplio, cómodo y excepcionalmente restaurado, con unas vigas vistas preciosas y la pátina del paso del tiempo bien llevado. El servicio es atento y muy amable en todo momento, lo que te hace sentir cómodo.
La cocina es de tradicional, de mercado, bien presentada y sin alardes tecnológicos. A destacar un revuelto de setas que tomamos, unas alcachofas rellenas de vieiras y bechamel y un magnífico secreto de ibérico que llama la atención por la cantidad y calidad. Las carrilladas al vino también muy buenas y el civet de ciervo también muy rico. De postre tomamos una tatin que estaba bastante buena.
La carta de vinos es escueta, cuesta encontrar alguna cosa interesante pero nos sorprendió un Marqués de Murrieta 2001 por 30€ que rápidamente nos agenciamos, junto con un Protos Blanco que casó perfectamente con la cena.
Las copas son muy mejorables y el servicio del vino casi inexistente, se limitan a abrir la botella y adiós.
Aun así, me parece una muy buena opción si te encuentras por la zona y te apetece comer tradicional, con calidad y en bonito entorno.
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