No es que sea la antitesis de las cocinas de evolución, no exactamente, mas bien es trasladarse a finales de los años 70 y principios de los 80. Su decoración, inexistente pero permanente desde sus inicios (seguro que poco a cambiado) nos traslada a esos años, también los precios de su carta.

El local data del año 1947 y es la segunda generación quien lo regenta en la actualidad.
El lugar esta limpio como los chorros de oro, en el momento que entre, la sensación fue encontrarme en una casa de comidas, mesas de formica y sillas de tubo, manteles individuales de papel y vasos de Dúralex.

Aquí se cuece la auténtica cocina de mercado a unos precios en desuso, decidir vosotros mismos.

Habas a la Catalana con su butifarra negra y su jamón, dato importante es fijarse en la salsa que queda en el plato, las pieles de los tomates utilizados para el sofrito están ahí, alucinante.

De segundo ración y media de uno de los mejores Fricandó de ternera que he saboreado en mi vida, y han sido unos cuantos, bueno de verdad. De postre un helado de nata y dos carajillos. Con su pan y un porrón de blanco de Gandesa, todo por menos de 13,00€!!!
Muy recomendable para comidas o cenas de diario. Permiten fumar

Volveré!!!!