Recomendable si uno está por la zona.

Restaurante situado en el hotel La posada de la Casa del Abad de Ampudia. Restaurante poseedor de una estrella michelín durante cuatro años, que perdió el año 2008. En general la cena resultó satisfactoria, pero con altibajos.
Algunos platos resultaron un poco insípidos, como los primeros entrantes de yuca, plátano macho y patata morada, otros, no tanto como insípidos pero si con escaso sabor e interés como la ensalada de atún con un marinado de gin-tonic que igualmente podría haber sido gelatina de agua. Dicho esto conviene destacar, por el contrario, que otros platos resultaban excelentes, con unos sabores marcados y perfectamente combinados, como el caso de una fabulosa crema de guisantes con palomino (parecido al pichón, no la uva) o el carré de cordero con costra de praliné. También muy interesante el pre-plato de migas con huevo y aire de la tierra (un aromático humo de leña servido dentro de una copa encima del huevo). Los postres, os parecieron fabulosos, tanto la sopa de fresas con helado de yogur, como la crema quemada de naranja con helado de chocolate y servidos con un vino semi-dulce de Marques de Riscal, que si no era gran cosa, por lo menos acompañaba.
El servicio muy amable, pero no del todo profesional. El restaurante estaba completamente lleno, así que eso probablemente jugaba en su contra. En todo caso el ritmo de servicio de la cena fue exageradamente lento. Por otro lado, al estar tan lleno, nos advirtieron que no les quedaban algunos de los platos antes de entregarnos la carta, lo cual es una pena, porque algunos de ellos los hubiéramos elegido sin duda.
En cuanto al vino, bien servido, con atención para el rellenado de las copas. La carta, curiosa, hasta el apartado de reservas carece de indicación de añada, pero sin embargo, en lo que califican como "reservas" se indican las añadas y estas son todas de vinos ya maduros, 94, 98, 99, 2001, lo cual es un verdadero lujo en un restaurante, y muchos de ellos a precios no excesivos. No se si esto será muy difícil en cuanto a la rotación, mantenimiento o cosas así en la bodega de un restaurante, pero es un gustazo, por una vez, beber un vino en un restaurante en su momento optimo y no cuando es un crío que acaba de salir de la bodega.
En resumen: cena satisfactoria, con grandes platos y otros más irregulares. Muy bien el servicio del vino, sobre todo por la posibilidad de disfrutar de vinos ya maduros en su apogeo. No justifica un viaje solo a comer, pero si es muy recomendable si uno se hospeda en el hotel o se encuentra por los alrededores.

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