Local ya bien descrito por el forero Aurelio y que lamentablemente la decadencia se ha apoderado del local y lo que antaño era un local abarrotado y ruidoso se ha convertido en triste y silencioso y eso que siendo lunes de invierno cierran casi todos aquí y en Cantavieja donde estábamos alojados; a pesar de ello solo teníamos la compañía de otra mesa para cenar.

Persiste en no mostrar carta solo que ahora te cantan a pie de mesa los platos del menú que quieren que sigas y del que nos costó escapar para volver a probar platos que en su momento les elevó a la cumbre gastronómica de toda la comarca con una cocina muy casera y donde costaba reservar mesa como nos pasó vísperas de nochevieja muchos años ha.

Para beber, y dado que había carretera para después de la cena, nos limitamos a agua AquaBona sin gas grande y un par de vermuts La Dolores tinto y Martini blanco traídos ya servidos a la mesa y en vaso más propio del agua.

Para cenar aceptamos algún plato del menú y pedimos otros aparte, aunque luego estuvo bien pues nos cobraron como menús:

. crema de calabacín y unos sorprendentes krispis en lugar de tostones. Muy básico todo.

. alubias con chorizo y manita de cerdo: buen guiso, ración ajustada. Bien.

. revuelto de espinacas: bien preparado, ración buena. Bien.

. conejo a la parrilla: acompañados de unas patatas congeladas fritas y guisantes. Medio conejito, bien pasado por el fuego, bien se sabor. Repetible.

. postres: tarta de naranja y flan con nueces: ambas caseros y con un punto de dulce correcto; el flan con nueces resultó llevar un merengue por encima que lo mejoraba en parte aunque en general muy prescindibles.

No hubo cafés ni nada más. Salimos con sensación de que ha envejecido y empeorado muy deprisa y ha pasado de referente regional de cocina casera a una fonda más del pueblo.

Afamado restaurante, considerado desde hace tiempo como la mejor opción de la zona.

Emplazado en La Iglesuela del Cid, en la misma carretera que pasa por el pueblo, se trata de un restaurante rústico sin ningún encanto en la decoración. Disposición de mesas ajustada. El local es bullicioso, alegre, festivo.

Cocina regional absolutamente casera.

No se si existe carta físicamente, no nos la mostraron, nos cantaron una larga relación de primeros y de segundos.
Lleva fama por sus legumbres, sus patatas rellenas y su ternasco. Como éramos un grupo grande pedimos de todo y compartimos unos con otros.
La sensación con la que nos quedamos es que se come moderadamente bien, pero no como para tener tanta notoriedad.
Las patatas rellenas, de atún, estaban simplemente correctas, las alubias aceptables. Sí cabe destacar un plato, los garbanzos con ajoaceite, por su originalidad. Realmente los garbanzos cocidos se “alegran” con la compañía del ajoaceite. El conejo a la brasa, algo jasco, y el ternasco, bueno, tierno y jugoso.
Postres caseros muy ricos, como el Flan de nuez y la Tarta de naranja.

Carta de vinos corta, animada por la presencia de varias referencias de VT Bajo Aragón. Bebimos Barbadillo y posteriormente Las Planas (de ahí, del Maestrazgo).

Servicio rápido y afable.

Buena relación calidad precio.