Necesita mejorar

El restaurante está en una zona muy bonita, en plena sierra de los molinos de Campo de Criptana, y está decorado como un típico mesón manchego. En cuanto a la comida, decir que los entrantes fueron muy discretos (un queso frito acompañado de mermelada de higo con unas pepitas duras que no se podían masticar, y una parrillada ramplona) pero que el plato principal estuvo muy bien (riquísimo solomillo de ternera gallega en su punto y sabroso ciervo marinado). El fuerte lo constituyen los postres, muy destacable el helado de violetas.
El principal problema es que es bastante caro y sobre todo el servicio. Nuestra mesa cojeaba, el número de camareros era mínimo, nos sentimos tratados como clientes de segunda (y eso que nos dejamos casi 100€) y la vuelta (que ascendía a 2.50€) tardó en ser traída la friolera de 15 minutos (que cada uno interprete lo que quiera).
Muy lejos de su vecino "Las Musas"

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