Restaurante mesón que visitamos todos los días que estuvimos en Córdoba, cercano a la zona histórica (a escasos 5 minutos andando de los baños califales), por recomendación de un taxista de la zona.
Al entrar, la primera impresión es...inquietante: parece el. típico mesón donde clavan de mala manera a los guiris y turistas despistados.
Pues bien, mesón, sí; típico, pues también; y el resto, ni de broma. El local es colaborador de los vinos de Córdoba, y tuvimos ocasión de probar el fino de Montilla de la casa: avellanado, suave, delicioso. Cualquiera diría que pertenece a una zona tan maltratada enológicamente...por 1 euro la copa.
Con esta excepción, y quitando la gracia de la forma que tienen de presentar las copas (media copa es llena hasta el borde; la copa es media copa...en fin), el apartado de vinos es lo más flojo del local: casi inexistente, pocas referencias, y el servicio de vino, como tal, pues bueno,te traen la copa.
El apartado fuerte: las viandas. Típicas, sí. La mayoría, superiores. Tomamos, particularmente, destacables, un salmorejo sensacional, que, literalmente, crea adicción; unas pijotas que son una oda a la fritura: limpias de raspa, fresquísimas, abiertas en forma de libro, con el punto justo de fritura para que sean jugosas, un rebozado limpio, sin una sola gota de más de aceite...; unas mollejas de cordero con asadillo de pimientos que sólo de recordarlas me hacen salivar; un rabo meloso, guisado con cariño, sazonado con acierto.
Personal: muy atareado, escaso (visitamos justo después de la Semana Santa; y el personal "de guardia" hay que decir que parecía multiplicarse; en esas circunstancias, no nos importó esperar), pero amable , detallista (no podíamos negar que éramos turistas y aún así tuvieron detalles como para clientes de toda la vida) y del que con dos visitas ya te haces amigo.
En resumen; para quien degustar la gastronomía típica de Córdoba, de una manera difícilmente olvidable.